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lunes, 9 de diciembre de 2013

Notas sobre La muerte en Venecia de Thomas Mann, por Andrés Hueso

El pasado 29 de noviembre, tuvimos la sesión de lectura sobre la novela de Thomas Mann, La muerte en Venecia. La asistencia fue numerosa y el nivel de intervenciones estuvo a gran altura. Para quienes no pudieron asistir o los que no hayan tenido tiempo u ocasión de leerla, nuestro compañero Andrés nos ha hecho llegar las notas que publicamos seguidamente.

 

La muerte en Venecia (Thomas Mann)

Entrelíneas Malacitana.

Sesión del club de lectura del 29 de noviembre de 2013.

Notas de Andrés Hueso Iranzo.
 
Introducción y antecedentes.
El poeta Rainer M. Rilke, compatriota y coetáneo de Mann, comienza la primera de sus ‘Elegías de Duino’ así:
 
"Quién me oiría si gritase yo desde la esfera de los ángeles y aunque uno de ellos, de pronto, me estrechase contra su corazón, su existencia, más fuerte, me haría perecer, porque lo hermoso no es otra cosa que el comienzo de lo terrible, en un grado que aún podemos soportar y si lo admiramos tanto es porque, indiferente, rehúsa aniquilarnos. Todo ángel es terrible….”
El lamento presente en la elegía parece una doliente aceptación de la imposibilidad de alcanzar la belleza (ángel como paradigma de lo inaccesible) desde la naturaleza humana.
De entre los grandes asuntos que la novela propone, éste es sobresaliente y representa el que, quizá, constituya el mayor anhelo del ser humano desde el principio de los tiempos: ¿Es posible alcanzar la belleza absoluta –y con ello la inmortalidad- con los mortales medios sensibles? Esta es la cuestión que Thomas Mann pone en la cabeza, ya muy perturbada, del protagonista al final de la novela, en su última reflexión filosófica.
 
Antecedentes.
En 1826 el poeta alemán August Von Platen, llegó a la ciudad, en busca de evasión y alivio, a través de la contemplación del arte de Tintoretto, Veronés o Tiziano, en las salas de la Academia. Llegaba con su alma dividida entre una sexualidad (homosexual) que la desgarraba y el ansia de redención a través del arte. Seis años más tarde murió en Siracusa a causa de la peste.
En 1908 Thomas Mann y su esposa Katia visitaron Venecia, se alojaron en El Lido, en el Grand Hotel des Baines. Allí veraneaba una familia polaca cuyo hijo adolescente era tan bello que el escritor, hombre maduro, sucumbió a su seducción y “solía contemplarlo embelesado”.
El cólera, una amenaza para la ciudad en la estación cálida, hizo que el matrimonio Mann regresara apresuradamente a Berlín interrumpiendo su viaje. Así parece haber surgido la inspiración de La muerte en Venecia.
 
Estructura: Capítulos. Personajes y contraste ambiental.
Bajo la fórmula del narrador omnisciente, la novela se nos muestra como un monólogo interior. A medida que avanza, sobre todo a partir del III, se percibe la progresiva identificación de narrador-autor-protagonista.
 
Capítulos
La novela arranca con una referencia temporal imprecisa: “… una tarde de primavera de aquel año de 19…,”. Pero el mundo recreado –el tipo de burguesía- no se corresponde con el de esa época. Esto motivó la recriminación de su hermano Heinrich: ¿Has estado durmiendo? ¿Se te ha pasado por alto, mientras dormías, la evolución del burgués alemán?
La accidental y fugaz visión de un desconocido con aire de extranjero o viajero o aventurero le produce un impulso juvenil hacia el viaje-aventura (recreación de escenarios fantásticos) y la posibilidad de evadirse de esa lucha renovada todos los días entre: La férrea razón y autodominio: voluntad orgullosa y terca. Y su agotamiento (físico e intelectual) creciente “que nadie debe sospechar”.
Los caracteres de Gustav Von Aschenbach se desarrollan fundamentalmente en el capítulo II, tanto por la descripción directa como a través de la de sus obras.
Aschenbach (eschebach) significa literalmente “arroyo de cenizas”.
Se nos presenta como un hombre que "había crecido (...) aislado, sin amigos, dándose cuenta prematuramente de que pertenecía a una generación en la cual escaseaba, si no el talento, sí la base fisiológica que el talento requiere para desarrollarse; a una generación que suele dar muy pronto lo mejor que posee y que rara vez conserva sus facultades actuando hasta una edad avanzada".
Acostumbrado desde muchacho al esfuerzo intenso. Su valor moral probado era tanto mayor cuanto que su naturaleza no era robusta. Su lema favorito ‘resistir’.
Su creación era fruto de un minucioso trabajo cotidiano y no de una inspiración súbita y poderosa.
Las grandes creaciones lo son porque se han creado contra algo, a pesar de algo. En el caso de G.V. Aschenbach era la clave de su obra, su “carácter moral”.
Se nos presenta como un hombre que ya ha alcanzado un significativo reconocimiento; adoptado como modelo para estudiantes. En definitiva, G.V. Aschenbach es un ‘virtuoso’ en ambos sentidos: como artista hacedor de formas bellas y originales y como hombre que ha purificado su vida gracias a un ritual estricto de disciplina y moderación, un artista, pues, formado según el modelo ‘apolíneo’.
Se enumeran y describen las ‘obras de su edad madura’:
Federico II: epopeya fuerte y luminosa.
Maia. Tapiz novelesco, rico en figuras. Destinos humanos a la sombra de una idea.
Un miserable. Posibilidad de una decisión moral, más allá del más profundo conocimiento.
Espíritu y arte. Al nivel de Schiller por su fuerza ordenadora y su elocuencia.
En el capítulo III se encuentra la narración del viaje a Venecia. Llegar a Venecia por tierra (que es lo que había hecho con anterioridad) era como entrar en un palacio por la escalera de servicio, comparado con la entrada por mar (como lo hace ahora).
En la descripción de los clientes del hotel se habla de un: “ambiente de mayor amplitud y tolerancia” que en su estancia anterior. Se produce la aparición y primera descripción de Tadrio.
Entre Tadrio y G.V. Aschenbach comienza un diálogo silencioso que se resume en miradas y en el que los pensamientos son puestos por Aschenbach y la aceptación cómplice del observado Tadrio es el pacto que les une, en una tensión que se hará progresivamente más intensa en el protagonista hasta dominarlo completamente.
A partir de la primera contemplación de Tadrio se inicia la evolución de los sentimientos (involuntarios inicialmente) y reflexiones de G.V. Aschenbach.
Sufre un creciente malestar físico. Le asalta en convencimiento de que Venecia no le sienta bien y toma la decisión súbita de volver a Munich; regreso que se deshará por un error azaroso.
Al regreso, se produce un cambio en sus sensaciones y en su actitud: goce por la placentera indolencia contraria a su habitual nostalgia inquieta por el trabajo. Sus pensamientos empiezan a orbitar en torno a la figura contemplada:
 
 “Quien se esfuerza en alcanzar lo excelso, nota el ansia de reposar en lo perfecto. ¿Y la nada no es acaso una forma de perfección?
 
Reflexión sobre el “poco valor de lo divino en las relaciones humanas” a propósito de la reacción de desprecio de Tadrio hacia la familia rusa.
 
La contemplación de Tadrio saliendo del agua: “…como una estrofa de un poema primitivo", contiene resonancias míticas y, en otro orden, podría referenciarse con el cuadro ‘El nacimiento de Venus’ de Boticelli.
“Es muy frágil… no llegará a viejo” piensa refiriéndose a Tadrio, renuncia a analizar el sentimiento de satisfacción o intranquilidad que acompañaba a tal idea.
En el cuarto capítulo Thomas Mann nos presenta una soberbia pieza filosófica, tomando a Sócrates y sus discursos sobre la belleza y la estética.
El capítulo final es una descripción de la evolución experimentada por Aschenbach. Con cierta lucidez, confronta su pasión en contra de la moral burguesa. La obsesión por mirar a Tadrio lo lleva a buscarlo todo el tiempo, ya sea en el hotel o en la ciudad, en una especie de persecución ritual.
Y así, G.V. Aschenbach renuncia a considerar los peligros de su obsesión y, con momentáneas llamadas a su razón, que nunca se restaura, ya sólo se dedicará a seguirlo, con la decisión de no abandonar el hotel, a pesar de su aprensión creciente por la amenaza del cólera, hasta que aquél no lo haga.
 
Personajes y contraste ambiental
La novela presenta un único personaje principal: G.V. Aschenbach
De los cinco capítulos que componen la novela, salvo en el II, en todos se presentan personajes secundarios:
Un hombre desconocido observado en la calle (capítulo I), (motiva el viaje del protagonista a Venecia).
Un hombre que recibe los boletos en el barco. Un viejo disfrazado de joven que viaja en la embarcación. Un gondolero veneciano. Tadrio. Su madre y sus hermanas (capítulo III).
Saschu, amigo de Tadrio (capítulo IV). Gente de Venecia. El inglés de la oficina de cambio.
Músicos callejeros (capítulo V).
Los personajes secundarios son hombres y mujeres desconocidos y anónimos; gente corriente con la que el protagonista apenas establece una vaga relación. Son presentados de forma indirecta por medio de prosografías (descripciones meramente físicas, frente a las ‘etopeyas’ que son de los aspectos morales). En su presentación se pone de relieve siempre un aspecto molesto, un gesto equívoco, un malestar para quien observa. De este modo, inevitablemente se produce la comparación del protagonista con los otros.
Esta comparación nos transmite la percepción del protagonista (confundida ya con la del narrador) de un mundo vulgar y repugnante; aborrecible en el que la belleza de Tadrio se levanta como una gloriosa excepción y se convierte en una epifanía, en una visión sobrenatural.
Pero la obsesión de G.V. Aschenbach, su persecución y sus fantasías corresponden a un mundo decadente que también lo incluye a él. Así pues, la decadencia no se revela solamente en los personajes secundarios, sino que también incluye al propio Aschenbach.
 
Los grandes asuntos.
De los varios asuntos que la novela propone, encuentro destacables los siguientes:
La cuestión social.
 
Un mensaje sobre la inexorabilidad del destino, que se muestra en la compañía permanente de la muerte, su presencia y rica simbología.
La pasión de G.V. Aschenbach, que puede verse con una doble faz contrapuesta.
 
Cuestión social
Se presentan dos escenarios sociales nada compatibles.
De un lado, la sociedad burguesa de la Europa civilizada, encarnada por el propio G.V. Aschenbach y los huéspedes del hotel: clasista, hedonista y decadente, representante de una Europa que, salida de la Belle Epoque, va camino de autodestruirse.
Y, de otro, el resto de personajes, todos secundarios, soeces, grotescos, villanescos, vulgares; del todo despreciables a los ojos de los G.V. Aschenbach y su clase. Conformando el otro mundo en evidente contraste con el anterior.
Para el autor, ambos mundos se encuentran en idéntica decadencia.
 
Inexorabilidad del destino. Compañía permanente de la muerte, presencia y simbología.
La Muerte está en el título y alcanza al protagonista al final de la novela. “Muerte” es la última palabra que leemos al acabar la novela.
La vemos en el extraño viajero en el cementerio en Múnich que le infunde al protagonista el deseo de viajar. El cementerio con decoración bizantina es una clara referencia a Venecia. Esta simpe visión, ni siquiera es un encuentro, es el catalizador del último viaje de Aschenbach, en el que sus conceptos sobre el arte y la vida están agotados, son estériles y la Muerte ha señalado al artista, ya sin savia vital ni creadora, y va atrayéndole desde el comienzo de la historia hacia el final que le tiene preparado.
Vemos a la Muerte oculta tras el viejo disfrazado y maquillado de joven, visión que a G.V. Aschenbach le desagrada tan intensamente que casi le hace sentir vértigo. Simboliza la imagen del vigor engañoso con que enmascara su decrepitud. Este personaje, que es una clara alegoría de la decadencia de Venecia, también es una personificación de la Muerte (máscara funeraria), que recibe a G.V. Aschenbach bajo un disfraz que oculta, y anuncia, la próxima degradación física.
El símil de la góndola con un ataúd está en el propio texto. Es magnífica la descripción de las sensaciones de G.V. Aschenbach al entrar en ella tras desembarcar. Continuando con este símil, la góndola se interpretaría como la barca de Caronte, y el deseo de que el viaje dure eternamente, la nostalgia del descanso eterno. El pago del ‘precio’ que debe dársele a Caronte en el mito, no se produce aquí, si no que queda pospuesto: “tendrá usted que pagar lo que cuesta”, dice enigmáticamente el gondolero y, efectivamente, G.V. Aschenbach pagará más tarde con su vida.
El aliento de la Muerte se muestra en el inmediato arrepentimiento por la decisión apresurada de salir de Venecia: “… un calvario por todas las profundidades del arrepentimiento”. Y su mano, en el error azaroso en el envío del baúl que le obliga a regresar.
La muerte se encuentra en las fresas maduras que G.V. Aschenbach come. En El jardín de las delicias del Bosco, las fresas representan el deseo carnal desatado. La referencia es doblemente transgresora: corrompen el alma con pensamientos ‘impuros’ y el cuerpo al ser un vehículo transmisor del cólera (las frutas y verduras precariamente lavadas son generadores habituales de trastornos gástricos).
Cuando G.V. Aschenbach contempla a Tadrio jugar a la pelota, siente los celos de Céfiro cuando contemplaba a Jacinto, amado de Apolo. En el mito, esos celos son mortales: Céfiro desvía el disco lanzado por Apolo causando la muerte de Jacinto.
Y, finalmente, la Muerte está simbolizada en la granada cuyo zumo bebe G.V. Aschenbach contemplando a los músicos. La granada es la fruta de Perséfone (Proserpina), esposa raptada por Hades (Plutón) e hija de Deméter (Ceres). Cuando la madre fue a buscarla a los infiernos, como Orfeo en busca de Eurídice, no pudo traerla de vuelta a la vida porque Hades le había dado a comer unos granos de granada y quien come o bebe un alimento del Infierno ya está condenado a él.
El artículo “La” encabeza el título de la novela. Podría haber una diferencia conceptual al otorgarle singularidad a la Muerte, dándole un protagonismo significativo en la narración. La acción de la historia contada no sería entonces el acto de morir en Venecia, sino el hecho de que la Muerte está en Venecia, en sus calles, en el azote del cólera, en los que la visitan; hasta Tadrio presenta aspectos enfermizos.
La novela podría tener otros muchos títulos, pero no es fácil imaginarle otro final.
 
La pasión de G.V. Aschenbach: visión dicotómica
Volvemos a la pregunta del principio: ¿Es posible alcanzar la belleza absoluta, obsesión última del artista, y no perecer en el intento?
Según Mann, el tema de La muerte en Venecia esla pasión como desequilibrio y degradación”.
Sobre la pasión que estalla en G.V. Aschenbach, encontraremos tantas interpretaciones y visiones como lectores. Incluso un mismo lector, probablemente podrá tener diferentes visiones, según el momento de cada lectura. Por eso es una obra maestra.
 
Visión apolínea
El cuarto capítulo presenta una odisea filosófica centrada particularmente en Sócrates y sus discursos sobre la belleza y la estética. Así, afirma que: “la belleza misma con esa mirada, la forma como pensamiento divino, la perfección pura y única que vive en el espíritu y de la cual, para ser adorada, se había erigido allí una copia, un símbolo lleno de gracia y ligereza” Y convierte a partir de la belleza, un medio para alcanzar la espiritualidad: “La belleza es, pues, el camino del hombre sensible hacia el espíritu”.
De sus contemplaciones de Tadrio, Aschenbach estaría creyendo establecer una relación, enmarcada por sus fugaces y tímidas miradas, en la que, cada encuentro visual se convierte en una invitación a la contemplación y en cada uno de ellos elabora un profundo discurso sobre la Belleza que justifica sus deseos reprimidos. El objetivo de inspiración y paz que perseguía se ve desplazado, pues ahora lo importante es mirar e intentar apropiar esa Belleza en las palabras, que, como se lamenta el autor, “sólo son capaces de ensalzar la belleza sensible, pero no de reproducirla”.
La obra sería así un canto a la inspiración que la Belleza infunde en el escritor, ya sea el propio Mann o su criatura. Y la misma novela se convierte en un ejemplo de la Belleza en contexto, como motivo y como elemento de inspiración, de creación y de destrucción. Porque hay un contraste aniquilador entre esa inspiración de tan violenta e incontrolable espontaneidad y toda la experiencia artística anterior de G.V. Aschenbach, en el que: “su creación era fruto de un minucioso trabajo cotidiano y no de una inspiración súbita y poderosa”.
 “… y en un éxtasis de encanto creyó comprender, gracias a esa visión, la belleza misma, la forma hecha pensamiento de los dioses, la perfección única y pura que alienta en el espíritu”, “…la arrebatada inspiración había llegado”.
Según esta visión, la interpretación se haría simbólica. Tadrio se convertiría en un símbolo de la Belleza y del Arte (‘Belleza’ y ‘Verdad’ platónicas) y el amor de G.V. Aschenbach es una persecución de esa Belleza, del Arte y de la Inmortalidad. Durante toda su vida anterior, el personaje se había planteado esta búsqueda por el camino de la razón, pero parece que la búsqueda se vuelve infructuosa, y es a través de los sentidos cómo G.V. Aschenbach conoce a Tadrio y se enamora de ese ideal de Belleza que simboliza.
Así lo que siente G.V. Aschenbach por Tadrio no es atracción física, sino el enamoramiento de su alma, aunque a través de su cuerpo. Y esta es precisamente la vía platónica: al amor del alma se accedería a través del amor al cuerpo.
Y esta visión de acceder al alma a través del cuerpo, y con ello a la inmortalidad, a través de algo tan perecedero como los sentidos, es una visión controvertida. Thomas Mann parece poder ofrecernos esa posibilidad.
 
Visión dionisíaca
En la cara opuesta, la violenta pasión homosexual que estalla en G.V. Aschenbach se sostendría en la estética dionisiaca, que busca establecer la estimulación y el placer como motor de la Belleza que contempla.
El germen del caos del que G.V. Aschenbach será preso, está ya en el deseo mismo de iniciar el viaje y en las evocaciones de lugares exóticos y salvajes.
A pesar de su disciplina G.V. Aschenbach descubre que en su cuerpo no sólo habita el poder generador de las refinadas y generosas ideas que admiran sus lectores, sino también el de un animal no domesticado con sus instintos intactos y ávidos. “El oleaje hirviente de la vida” en expresión de F. Nietsche.
Su vida deja de ser forma para convertirse en caos. La impetuosa pasión cambia su visión de la vida, de la cultura y del arte. Su mundo platónico es desplazado por el mundo sensible, donde las sensaciones del cuerpo y los sentimientos se convierten en una realidad avasalladora al que su espíritu no debe (quizá porque ya no puede) someter sino servir. Frente a la apariencia de su vida anterior se le revela ahora su ser íntegro e ilimitado. Y, aunque esta pasión lo conduce a la muerte, le permite experimentar la vida con una intensidad que su moral anterior le habría impedido.
Si bien Tadrio abandonará Venecia intocado en modo alguno por la pasión de G.V. Aschenbach (porque ni llega a tocarlo ni siquiera a dirigirle la palabra) la degradación de éste es absoluta en lo físico y en lo moral. Ha bastado la mera contemplación, de la belleza de aquél, para desatar la máquina aniquiladora del deseo que ha incendiado su imaginación hasta consumirse en ella. Para Baudelaire: “El estudio de lo bello es un duelo en el que el artista da gritos de terror antes de caer vencido”.
La negación y represión que intentan las autoridades venecianas sobre la existencia del cólera es una reflejo de la represión que intenta G.V. Aschenbach sobre sus instintos desatados; intentos inútiles en ambos casos. Así pues G.V. Aschenbach descubre que esa pulsión antes oculta y sojuzgada por la razón, puede renacer imprevistamente para exigir que la vida sea no sólo razón, paz y disciplina, sino también locura, violencia y caos.
En todo caso, G.V. Aschenbach consigue sublimar su pasión y trasladarla al mundo de la filosofía antigua, viéndose transformado en Sócrates en su diálogo con Fedro acerca de la Belleza y el Amor.
 
Nota final
Novela corta, pero de una intensidad y profundidad extraordinarias.
Advierte Vargas Llosa en su breve ensayo sobre ella: “Leído y releído una y otra vez, siempre se tiene la inquietante sensación de que algo misterioso ha quedado en el texto fuera del alcance, incluso, de la lectura más atenta”.  
Andrés Hueso
Diciembre de 2013