Notas acerca de Federico en su balcón de Carlos Fuentes
Sesión del Club de Lectura del 4 de octubre de 2019.
Andrés Hueso
Introducción
Se ha escrito —y seguramente
es cosa de los editores— que esta obra es el testamento literario de Carlos
Fuentes. Creo que no es así como tampoco parece que lo fuera su intención, ya
que murió repentinamente el 15 de mayo de 2012, antes de que pudiera hacer la
presentación en la feria del libro de Guadalajara, prevista para el 7 de noviembre
de ese año y ya había hecho una presentación previa en Feria del Libro de Buenos Aires, el 1 de mayo,
donde dijo las siguientes palabras: «La novela que acabo de terminar, Federico en su balcón, está
protagonizada por dos interlocutores: el autor de la novela y el personaje
Federico Nietzsche. Como Nietzsche dijo “Dios ha muerto”, Dios, para
contradecirlo, le da una segunda vida a Nietzsche, pero le permite observar un
mundo donde todo es un eterno retorno.»; además, y según sus propias palabras,
ya tenía preparada una nueva novela en la que se iba a poner a trabajar de
inmediato.
Pero lo que sí hace Fuentes en Federico
en su balcón, es regresar al tema de la Revolución, un asunto que
recurrentemente había abordado desde que en 1958 publicó La región más transparente, volviendo sobre el en La muerte de Artemio Cruz, 1962; Gringo viejo, 1987; Cristóbal Nonato, 1987; y presente también en varios de sus ensayos.
La reflexión de
Fuentes sobre este asunto, se ha dirigido a señalar repetidamente la reiteración
trágica del final la revolución, a saber: apenas se derrota la antigua figura
de la opresión, surge una nueva casta de privilegiados, que usurpa el poder; traición
radical y grosera de los ideales por los cuales miles de personas han
sacrificado sus vidas.
El vehículo que usa
Fuentes en esta obra es un encuentro imposible: dos personajes se hablan desde dos balcones
contiguos de un hotel. Uno resulta ser Federico Nietzsche y el otro ¿el
narrador, un alter ego de Carlos
Fuentes, él mismo, o …? Deliberadamente Fuentes no lo aclara, como tampoco el
tiempo en que sucede, ni el lugar (un “Hotel Metropol”).
Estructura
Desde el principio el
lector se encuentra con una estructura desconcertante. Se van alternando los
diálogos entre Nietzsche y el narrador —contenidos en breves capítulos— con los
que van desarrollando la trama y que se titulan con el nombre del personaje que
lo va a protagonizar. Generalmente, el asunto “platicado” entre los ocupantes
del balcón, uno diferente en cada breve capítulo —conversaciones más
inquisitivas que declarativas y en las que se duda más que se afirma— encuentra
un desarrollo, aplicación o manifestación en su capítulo subsiguiente y en lo
que hablan, dicen o les sucede a los personajes. De este modo, cada asunto
abordado por los dialogantes se refleja, se ilustra o se contiene mediante una
historia posterior.
La notación orto
tipográfica introduce —por voluntad del autor— una considerable confusión al
suprimir los guiones en los diálogos, por lo que sólo a partir de la mitad de
cada diálogo nos puede empezar a quedar claro quién es quién expresando sus
ideas.
Personajes
Cada uno de los
personajes representa una clase social. El elenco lo encabezado un trío
fundamental: Saúl Mendés-Renania, místico e idealista, sin instinto de poder; Aaron
Azar, abogado moralista, cobarde e incómodo con su vida y con las contradicciones
que lo van a acompañar; y Dante Loredano, aristócrata revolucionario. Los tres creen ser artífices de un
movimiento revolucionario y se reúnen teorizando sobre una revolución que, sin
su participación, se está originando en la calle provocada por otras fuerzas y
que, una vez en marcha, terminará por devorarlos.
Leonardo Loredano,
hermano de Dante y reverso de él, moviéndose en medio de las fuerzas fácticas,
persigue ser el que consiga controlarlas.
Gala, una mujer joven
y extraña que desea instigar un trio, sin sexo ni deseo —pues para ella este es
el enemigo de su pasión inmaculada—, entre ella y los hermanos Loredano.
Andrea del Sargo,
militar que con pequeños actos moviliza, primero una desobediencia, y enseguida
una modesta rebelión que rápidamente adquirirá unas proporciones incontrolables.
Integrantes del
pueblo y, por tanto, también víctimas del sistema: Rayón Mercí, el loco
pederasta asesino; Niña Elisa, asesina de sus benefactores; Basilicato,
zapatero solitario que cumple muchos papeles —como los actores que representan
muchos personajes en la misma obra—; Juan Colorado, gendarme solitario y más
cosas. Todos transformados en verdugos gracias o a causa de la revolución.
Dorian, hermafrodita
que fascina y engaña con su atractivo femenino, y que, cuando se descubre su
verdadera identidad, recibe la humillación que se plasma en el trato cruel y la
posesión violenta a cargo de Basilicato, quien actúa como una herramienta más
del poder.
Temas
El eje narrativo
central de Federico en su balcón es una fabulación relativamente abstracta sobre
el poder y la desventura de las revoluciones.
El trío que pretende
Gala con los hermanos Loredano, evoca el de Nietzsche, Lou Andreas-Salomé y
Paul Ree.
El éxito pertenece a
quien reconoce la oportunidad para mudar de personaje: las cosas deben cambiar
para que todo siga igual. En la actuación de Andrea Del Sargo escuchamos un eco
de las palabras del príncipe de Salina en El Gatopardo. Se cumple el
ciclo fatal de revolución, corrupción y restauración.
La música de Wagner,
que es el bálsamo o el clavo ardiente, agarradero en fin de la supervivencia de
Dorian, según sabemos en Dorian 6. Precisa y significativamente este capítulo
esta narrado por Nietzsche y en el que Gibelino desprecia con muy duras
palabras —en un lenguaje que no puede ser suyo, sino opinión Nietzschetiana— su
relación con Wagner, en la que el filósofo no quiere entrar a hablar en el
diálogo posterior, es otro de los trasuntos aportados por Carlos Fuentes.
Encuentro un paralelismo
aproximado entre el trío Saúl-Dante-Aarón y el de los nombres mas recordados de
la Revolución Francesa de 1789: Marat-Saúl, sobre todo, en los males que lo
aquejan y su muerte, aunque no en su pensamiento; Danton-Dante, incluso en algunos diálogos Nietzsche llama
al autor “Danton” y en la oposición ideológica que Danton mantuvo con
Robespierre, quien lo llevó a la guillotina; Robespierre-Aarón, en el
sostenimiento y continuidad del Terror. Y también igualdad en el orden sucesivo
de sus respectivas muertes.
Momentos literarios destacados
El breve diálogo que
sintetiza la confusión popular (p.124).
«¿Sabes que anoche un padre mató a toda su
familia? Lo detuvieron. Lo interrogaron:
—Quería vivir solo. —¿Y su familia?
—Interrumpieron mi destino. —¿Lo supieron? —No supieron nada. —¿Usted supo lo
que hacía? —No, los maté sin saberlo. —¿Ellos no sabían, usted no sabía?
Entonces, ¿quién sabía? —No me confundan.»
Una evocación nítida
del Marat-Sade de Peter Weiss (p.123).
Los argumentos de
María Águila, antes Sor Consolata, a Saúl para matarlo, acerca de la traición
que le espera o que él mismo llegue a traicionarse (p.151).
Las paradojas y
contradicciones del discurso revolucionario, Dante 2 (p.163).
La escena en que
describe (p.183) con trazos nerviosos e intensos, rápidos y exactos, las
escenas del caos que ha provocado la revolución en la ciudad, cuando la multitud
se halla extraviada y sumida en sus deyecciones, el barro y las ratas, donde todos
se han convertido en personajes de la picaresca, y los muertos son arrojados a
fosas comunes o utilizados para practicar el tiro (p.277).
La debacle de Aarón (p.219)
el hombre sumido en la contradicción de proclamarse un hombre inmaculado en su
vida pública, y que vivía infringiendo la ley en su vida privada al proteger a
una niña homicida.
La escena esperpéntica
(p.260) en la que se describe la marcha de Aarón hacia el cadalso entre
escupitajos e insultos, recibiendo sobre su cabeza un baño de excrementos y
orines por parte de una multitud que se comporta como un animal herido.
El momento sublime (p.283)
de la repentina pasión sexual que se da entre Charlotte Colbert —madre de los
hermanos Loredano— y el militar Andrea de Sargo, cuando este acude a entregarle
el cadáver de su hijo Dante.
El desenlace final,
cómico, picaresco y trufado de modismos del argot mexicano de la historia de
Juan Colorado o Mamerto Miércoles de Ceniza (p.289).
Niveles de lectura
Sin ser una obra que
pueda considerarse de grandes complejidades ni extensión, presenta a mi juicio
distintos niveles de lectura: 1) La
trama, llamémosla principal, de la propia peripecia revolucionaria y que podría
ser una historia casi convencional; 2) La de la psicología de los personajes de
esa trama; 3) Los diálogos Nietzsche / Fuentes, a semejanza de los de Marco
Polo y el Gran Khan en Las ciudades
invisibles de Italo Calvino, los temas tratados en esos diálogos sobre el
poder, la predestinación, la justicia, la democracia, …; preguntas sin
respuesta confiable; y 4) La construcción literaria del conjunto.
En Federico en su Balcón, en fin, Carlos
Fuentes despliega su capacidad de inventar lenguajes y su catálogo inagotable
de personajes excéntricos y perspicacia psicológica. Los que en esta obra desfilan
son esbozados en trazos soberbios, utilizando un complejo juego de códigos y modificando
a su servicio los recursos narrativos para apartarse de la linealidad del
relato y conseguir un auténtico retablo barroco con elementos picarescos,
esperpénticos, epopéyicos, ensayísticos, de crítica social. Todo ello intemporal
y, por tanto, de rabiosa actualidad.
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