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CARRUSEL 2023-24

sábado, 1 de abril de 2023

 

Austerlitz de W. G. Sebald

Comentario complemento de la sesión del Club de Lectura del 31 de marzo de 2023.


Por José María Giménez Martín


Winfried Georg Maximilian Sebald, conocido como W.G. Sebald o, como él prefería ser llamado, Max Sebald, fue un escritor alemán, nació el 18 de marzo de 1944 en Wertach, un pequeño pueblo de Baviera cerca de la frontera con Austria y Suiza. Fue uno de los cuatro hijos que sus padres Rosa y Georg tuvieron. Su padre se unió a las fuerzas de defensa alemanas en 1929 y pasó un tiempo en un campo de prisioneros de guerra en Francia, de donde regresó en 1947.

Comenzó a estudiar en la Universidad de Friburgo en Alemania y posteriormente se transfirió a la Universidad de Friburgo en Suiza (sin relación con la universidad del mismo nombre en Alemania). Al terminar sus estudios, se mudó a Inglaterra, en donde hizo una maestría e impartió clases en la Universidad de Mánchester. Más adelante comenzó un doctorado en la Universidad de Anglia del Este que terminó en 1973. El resto de su carrera transcurrió en esta misma universidad, donde ejerció la docencia universitaria: impartió clases de literatura alemana, idioma alemán y escritura creativa. Fue nombrado también presidente del departamento de Literatura Alemana (1987) y director fundador del Centro Británico de Traducción literaria.

Sebald se casó en 1967 con Ute Rosenbauer y tuvieron una hija, Anna, en 1972.

Desde los últimos años de vida hasta la fecha ha sido reconocido como uno de los más importantes e influyentes escritores contemporáneos. A pesar de no sentirse a gusto nunca en Alemania, dada la historia reciente, no pidió otro pasaporte ni perdió la vinculación con su tierra natal ya que toda su obra fue concebida en su lengua materna y traducida, bajo su supervisión, posteriormente al inglés. Fue miembro de la Academia Alemana de Lengua y Literatura.

Obtuvo los siguientes premios: Berliner Literaturpreis (1994), Johannes Bobrowski Medal (1994), Premio Heinrich Böll (1997), Premio Joseph Breitbach (2000), Literaturpreis der Stadt Bremen (2002).

Su muerte se produjo en 2001 cuando sufrió un ataque cardíaco mientras conducía y chocó contra un camión tras perder control del automóvil. Su hija Anna, que viajaba con él, sobrevivió al accidente.

Muchos expertos consideraron que Sebald no tardaría en recibir el premio Nobel de literatura sin embargo, su muerte lo impidió, pues éste sólo puede otorgarse a autores vivos.

Su literatura se caracteriza por el carácter híbrido de sus obras, en las que medita sobre la historia, la tragedia humana, la memoria, la escritura y la vida interior, a través de hilos narrativos fuertemente impregnados de autobiografismo y acompañados de fotografías adjuntas al texto, ya que era un devoto fotógrafo y apasionado de los archivos, supuestamente “descubrió” una nueva forma narrativa donde se funde lo autobiográfico con lo biográfico, con imágenes –fotos, mapas, dibujos–, y también que se puede competir y ganar con estilo libre asociación de ideas, generando un aparentemente estricto aparato documental. El gran tema de Sebald era la batalla de la memoria contra el olvido (“la memoria es la espina dorsal de toda literatura respetable”) y su compulsión –perfecta para un perfecto lector progre– era la de sacar a relucir los recuerdos, lo olvidado a propósito, lo desaparecido, dragar esos “océanos de silencio”: para Sebald, la culpa está para sentirla y no para negarla.

Autor de una obra excepcional, Sebald fue reconocido como escritor de primera en poco más de un decenio, de manera que pasó de ser valorado en círculos minoritarios a ser considerado como uno de los más sobresalientes autores alemanes de finales del siglo xx.

La obra de Sebald es muy diversa en cuanto a técnicas narrativas se refiere, de manera que podemos observar como utiliza de forma ecléctica en sus novelas elementos prestados de las crónicas de viajes, la narrativa, las memorias, el reportaje o el ensayo con el objetivo de presentar sus reflexiones acerca de la condición humana, la evolución de la cultura, la permanencia y el acoso de la barbarie. Él mismo llegó a definir su estilo como "ficción documental", pues sus libros mezclan realidad con ficción sin estar siempre claro cuáles son los límites entre ambas. Un elemento siempre presente en sus novelas es el viaje, de carácter espiritual o físico.

Sebald comenzó a escribir seriamente fuera de su trabajo académico hasta que llegó a sus 40 años. Su primera obra, Del natural, se publicó en 1988 cuando contaba con la edad de 43 años. Posteriormente publicó Shwindel Gefuhle(Vertigo) en 1990, pero fue con su novela Los emigrados (1992) cuando comenzó a ser reconocido: Susan Sontag mencionó que era "una obra maestra asombrosa". En 1995 publicó Die Ringe Der Saturn: Eine Englische Walfahrt(Los anillos de Saturno) y Austerlitz en 2001, novela que lo dio a conocer en el mundo de habla inglesa.

Sus trabajos tratan particularmente sobre el Holocausto y el efecto de la Segunda Guerra Mundial sobre la sociedad alemana. Por ejemplo, Austerlitz trata sobre un niño judío refugiado que fue enviado a Gales durante la Segunda Guerra Mundial, y que va en busca de su pasado. Trata estos temas también indirectamente en Los emigrados, donde escribe cuatro memorias de personajes judíos o parcialmente judíos tras haber sufrido violencia racial.

Sebald llegó a mencionar que con sus obras intentaba rendir homenaje a los artistas con los que sentía afinidad, como Franz Kafka,Friedrich Hölderlin y Vladimir Navokov. Mencionó también a Thomas Bernhard como una de sus más importantes influencias. Sebald hace referencia también a algunas obras de Jorge Luis Borges mencionadas en Los anillos de Saturno.

Con motivo del premio Joseph Breitbach (2000) dijo Andrea Kbhler que Sebald es un coleccionista y archivero de historias humanas, que todas esas fotos, relatos, encuentros, libros, artículos de periódicos imágenes y textos solo lo hubieran estado esperando a él, su narrador.

The Times lo considera el Joyce del siglo XXI.

Obras:
Literatura
Del natural, poema (Nach der Natur. Ein Elementargedicht, 1988), trad.Miguel Sáenz(Barcelona:Anagrama, 2004)
Vértigo, novela (Schwindel. Gefühle, 1990), trad. Carmen Gómez García (Barcelona: Anagrama, 2010)
Los emigrados, relatos (Die Ausgewanderten. Vier lange Erzählungen, 1992), trad.Teresa Ruiz Rosas(Barcelona: Anagrama, 2006)
Los anillos de Saturno, novela (Die Ringe des Saturn. Eine englische Wallfahrt, 1995), trad. Carmen Gómez García (Barcelona: Anagrama, 2008)
Austerlitz, novela (Austerlitz, 2001), trad. Miguel Sáenz (Barcelona: Anagrama, 2002)
Campo Santo, relatos y ensayos (Campo Santo, Prosa, Essays, 2003), trad. Miguel Sáenz (Barcelona: Anagrama, 2010)
Unerzählt, 33 Texte(2003)
Über das Land und das Wasser. Ausgewählte Gedichte 1964-2001, poesía (2008)

Ensayos.-
Carl Sternheim: Kritiker und Opfer der Wilhelminischen Ära(1969)
Der Mythus der Zerstörung im Werk Döblins(1980)
Die Beschreibung des Unglücks. Zur österreichischen Literatur von Stifter bis Handke(1985)
(ed.)A radical stage: theatre in Germany in the 1970s and 1980s (1988)
Pútrida Patria: Ensayos sobre literatura(Unheimliche Heimat. Essays zur österreichischen Literatur, 1991), trad. Miguel Sáenz (Barcelona: Anagrama, 2005)
El paseante solitario: en recuerdo de Robert Walser(capítulo de Logis in einem Landhaus (Autorenportraits über Gottfried Keller, Johann Peter Hebel, Robert Walser u.a.), 1998), trad. Miguel Sáenz (Madrid: Siruela, 2007)
Sobre la historia natural de la destrucción(Luftkrieg und Literatur: Mit einem Essay zu Alfred Andersch, 1999), trad. Miguel Sáenz (Barcelona: Anagrama, 2010)


AUSTERLITZ

Es una novela donde se relata la historia de un hombre sin pasado, sin patria ni idioma, que se siente como un intruso en todos los lugares.

Comienza en la estación de Amberes, donde el narrador se encuentra por primera vez con el protagonista de la obra, y es ahí donde comienza a fraguarse la relación entre ambos, unas veces más íntima y otras más distante. A través de encuentros casuales o acordados entre el narrador y el protagonista, Jacques Austerlitz, se va revelando poco a poco la historia del viajero solitario.

Austerlitz, niño judío refugiado en la década de 1940, llegó a Gales, donde se crió en la casa de un predicador y su mujer, personas mayores y tristes. Después de crecer largos años en un ambiente solitario, conoce su verdadero origen, lo que le hace sentirse como un extraño.

La novela, escrita en frases largas y complejas, que recuerdan el estilo de Thomas Mann, resulta ser un viaje por la historia de Europa desde el capitalismo y la industrialización, pasando por los desastres del siglo XX: la persecución y el éxodo de los judíos, sobre todo. Gira en torno a la búsqueda de la identidad, el recuerdo y el relato, que permiten saberse perteneciente a una comunidad, escapando del desarraigo que sufre Austerlitz.

"Sí, recordamos y escribimos sobre nosotros mismos a través del recuerdo y la escritura de otros", explicó Sebald un tanto obvio pero funcionalmente epigramático. Lo que no ha impedido que sus acólitos (como suele ocurrir en estos casos) prefirieran y sigan prefiriendo leer para otro lado y celebrar su ingenio popular antes que su indiscutible y mucho más exquisito genio: ese tempo y ese tono que hacen a todas y cada una de sus frases perfectos ejemplos de eficacia narrativa y de orfebrería sintáctica según la cual una encaja con otras pero que, a la vez, permite que se las pueda admirar en solitario, como si todo empezara y terminara en cada una de ellas.

Publicada en 2001, Austerlitz conformará las futuras novelas que estamos leyendo ahora. Funciona como un legado monumental que ha revolucionado la escritura del nuevo siglo. Por supuesto, la obra tiene sus detractores, pero quizás sea que no se dan cuenta del enorme significado, profundo, que posee una obra destinada a producir un cambio de paradigma estético, como explica José Carlos Rodrigo Breto en una publicación de ACHTUNG!:

“El paradigma literario, según los estudios más conservadores, se divide en clásico, barroco, romántico, moderno y posmoderno. Austerlitz abre las puertas de par en par a una nueva concepción narrativa. Conduce a la literatura desde el agonizante paradigma posmoderno al nuevo paradigma que he venido a llamar paradigma de la sobremodernidad. Ahora bien, ¿por qué Austerlitz representa a este nuevo paradigma?

En primer lugar deberíamos atender al cronotopo sebaldiano de Austerlitz. El cronotopo es la forma en que determinado autor trata la conexión entre el tiempo y el espacio en su literatura. Es un término acuñado por el estudioso ruso Mijaíl Bajtín. En las novelas actuales, este cronotopo es completamente diferente porque los personajes se ubican en aquello que el antropólogo francés Marc Augé denominó, en 1993, no-lugares.

Un no-lugar (también puede ir sin guion), fundamentalmente, es un espacio de anonimato, casi siempre referido a las habitaciones de los hoteles, los bares, los transportes colectivos, los aeropuertos, las salas de espera… Los protagonistas de un texto de este nuevo paradigma suelen transitar muy a menudo por estos espacios de un modo impersonal, sin establecer ningún tipo de conexión afectiva, identitaria o de pertenencia.

Una de las características de la narrativa que podemos llamar brevemente novela de la post-postmodernidad (porque luego la cambiaremos a novela de la sobremodernidad) es la pérdida de la identidad y el desarraigo de los personajes. Por eso, casi todos los lugares narrativos que aparecen en estas nuevas novelas son no-lugares. Y todo ello nos conduce a lo que he denominado delirio de sobremodernidad.

En los no-lugares como las salas de espera, los aeropuertos o los hospitales…, existe una percepción del tiempo completamente distinta y arbitraria. Así, el tiempo hospitalario lento viene marcado por una serie de rutinas (la administración de las medicinas, el horario de las comidas) y el tiempo de, por ejemplo, una discoteca, puede acelerarse por la música, el alcohol…; de esta forma, tampoco serán tiempos similares los de una sala de espera del aeropuerto o el transcurrido en el interior de un ascensor, que podríamos llamar micro no-lugar, o el tiempo detenido en un atasco. Estas percepciones distintas del tiempo —muchas con un componente cuántico— conforman el nuevo cronotopo de la sobremodernidad.

El acceso a los no-lugares se produce mediante el despojo de la identidad personal. El delirio de la sobremodernidad consiste en el intento de acceder a lugares que son no-lugares, ubicaciones de anonimato como hoteles, discotecas, campos de fútbol, pabellones de eventos, aviones…, etcétera, ante las cuales necesitamos identificarnos obligatoriamente. Para acceder a estos sitos se nos arrebata la individualidad (en un avión solo somos un numero de asiento, en un hotel el número de habitación, en un espectáculo un número de butaca) y ya no la recuperamos hasta que abandonamos ese espacio.
Una vez inmersos en estos lugares pasamos a formar parte de una masa anónima en cuyo seno nos integramos, pero que, paradójicamente, nos mantiene totalmente aislados. Y es enorme nuestra ansia por pertenecer, cuanto antes, a esa masa que nos despersonaliza. Esto es el delirio de sobremodernidad, y una de las características de los personajes de las novelas del nuevo paradigma.

Así que, después de la vanguardia, de la post vanguardia, del post modernismo, el post postmodernismo, hemos llegado a un nuevo periodo literario. Las novelas que se están escribiendo y publicando ahora reúnen las siguientes características: un cronotopo cuántico, una acción de los personajes que atraviesan no-lugares, una percepción distinta del tiempo en función del no-lugar en el que se encuentren, junto a cierto componente autoficcional o a la inmersión del propio autor en la narración, y la gran influencia de la casualidad y la coincidencia para desarrollar las tramas.

Todas estas novelas escritas desde el año 2001, pertenecientes a escritores como Murakami, DeLillo, Auster, Palahniuk, Easton Ellis…, son novelas acuñadas en un nuevo periodo que denomino sobremodernidad y que fue, no puedo afirmar que inaugurado —porque en la literatura no existen este tipo de fronteras ni de blancos y negros, todo son matices difusos—, pero sí remodelado y perfeccionado por Sebald en Austerlitz.

Ahora ya puedo responder a la pregunta formulada antes: ¿por qué Austerlitz representa este nuevo paradigma de la sobremodernidad? La novela reúne un cronotopo repleto de no-lugares que se concreta en estaciones de tren, salas de espera, salones de hoteles, bares y cafés, todos ellos lugares de anonimato, junto a una búsqueda desesperada de la identidad por parte de Jacques Austerlitz, producto de un desarraigo; tenemos, además, una compleja concepción cuántica del tiempo, interviene continuamente un gran elemento de casualidad y la obra está narrada desde un marcadísimo carácter autoficcional.

El nuevo paradigma de la sobremodernidad puede verse muy claramente en el tratamiento del espacio en Austerlitz, creo que esta es su principal característica —junto a la narrativa fotográfica de la que me ocuparé después—. Austerlitz, que trata de la búsqueda de identidad de su protagonista, como buena paradoja sobremoderna, se desarrolla toda ella en lugares de anonimato, como una prolongación de la no-identidad del protagonista. Así, muestra la imposible relación, vehiculizada mediante saltos temporales producto de la casualidad, que el narrador llegará a mantener con él.

La función de este narrador en la novela es fundamental para conseguir la sensación de desarraigo que experimenta Jacques Austerlitz. Porque su historia, la historia del intento de recuperar o reimplantarse una personalidad extraviada, al sernos narrada mediante la voz del narrador y no por parte del protagonista, logra esa impresión de extrañamiento. En ese sentido, Jacques Austerlitz hereda la tradición de personajes literarios como el portero Bloch de Handke o el Mersault de El extranjero (Alianza Editorial), y terminará proyectando esta pérdida de identidad en otras novelas del siglo XXI, como las de Houellebecq, por ejemplo. Los personajes houellebecquianos experimentan una desconexión con el presente y una obsesión por recuperar el pasado mediante el recuerdo, esfuerzos muy similares a los intentos de Jacques Austerlitz por dotar de significado a su vida del ahora, recuperando la identidad que le fue robada en el pasado. Austerlitz es, mediante este recurso narrativo de contar a través de otro, la novela de la duda, de la restauración incompleta, de la personalidad alienada, de la identidad dañada irremisiblemente.

Gracias a este juego de narradores nos encontramos con un elemento determinante de la sobremodernidad, la carga de autoficción (puesto que se supone que el narrador es el autor del texto, es decir, quizás, el propio Sebald), que desemboca en la falsa biografía. Aquí es donde el novelista, o el narrador, llevarán a cabo el despliegue de todos los elementos de ficción para inventarse la vida de un personaje que nos hará pasar por verdadero.

Aunque Sebald ha puesto en marcha este recurso en todas sus obras, las fotografías que acompañan al texto en Austerlitz son cruciales a la hora de comprender la novela; de esta forma, el artefacto literario que se nos ofrece es una combinación de narrativa más narrativa fotográfica o visual. Se trata de un complejo estilo compuesto de palabras e imágenes en donde unas no pueden ser sin otras, y viceversa. Evidentemente, este rasgo estilístico de Austerlitz es una de sus principales características, llevada en esta novela al extremo, perfeccionada hasta el punto de que la imagen proporciona una nueva mirada para el lector, muy diferente a lo que acaba de leer, y ya no sabe a qué debe atenerse. Aquí, el narrador no confiable, es el fotográfico.

Todo, en Austerlitz, puede ser puesto en duda desde la perspectiva de sus imágenes, que lejos de mostrarnos a un autor obsesionado por la documentación, nos presenta a un escritor que pone en pie un trampantojo en donde los límites genéricos se disuelven para alcanzar más allá de lo normativamente aceptado.

Así, puede acecharnos una interesante cuestión: ¿Por qué motivo Austerlitz está escrita, compuesta, de esta manera? ¿A qué obedece este tipo de arquitectura? Creo que la respuesta podemos extraerla de la tesis de Adorno, la máxima que afirma que tras Auschwitz era imposible escribir poesía.
Evidentemente, Adorno no se refiere literalmente a esa imposibilidad, sino a que la crisis ontológica que representan los terribles acontecimientos del siglo XX ha terminado por arruinar el proceso humanista-renacentista y el hombre ha pasado de ser una utopía a una distopía. Por tanto, se hace más necesaria que nunca la construcción de una poesía distinta. Gelman y Zurita, por ejemplo, lo entendieron, o Juan Carlos Mestre, pero se necesita de otra narrativa, que comprenda el dolor y busque repararlo con dignidad. Y aquí nos topamos con la narrativa de Sebald.

¿Qué tiene de nuevo esta literatura? La reparación, la restitución, mediante la memoria y el recuerdo, de las víctimas de un desastre que nos ha convertido a todos en seres inhumanos. Hemos heredado la inhumanidad y, ahora, esta es la nueva función de la literatura que insinúa Adorno, perfectamente comprendida y realizada por Sebald en Austerlitz. Una obra que hereda el sufrimiento del siglo, pero sabe mirar hacia adelante resarciendo a las víctimas.

Os he ofrecido una serie de motivos por los cuales considero, hasta la fecha, Austerlitz de  Sebald como la novela más importante del siglo XXI, pero como el Angelus Novus de Klee  que reinterpretó Benjamin en su Ángel de la Historia, está escrita con un ojo mirando a la escombrera del Siglo XX. Esto es lo que resulta definitorio para su propio carácter de sobremodernidad y, no lo neguemos ya más, por favor, de obra maestra”.