Trilogía de Nueva York (Paul Auster)
Comentario complemento de la sesión del Club de lectura del 25 de octubre de 2024.
Por Manolo Mellado
La razón para la propuesta de este libro, después de haber leído anteriormente otros dos del mismo autor, es porque catapultó a Paul Auster al público en general y fuera de sus círculos más cercanos y, por otra parte, su reciente fallecimiento, con lo que se cierra un ciclo.
Paul Auster nació en 1947 en Nueva Jersey y estudió en la Universidad de Columbia. Tras un breve período como marino en un petrolero vivió tres años en Francia, donde trabajó como traductor, como "negro" literario de otros escritores y cuidador de una finca; desde 1974 reside en Nueva York. Fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006 por su carrera literaria.
Paul Auster es uno de los mayores innovadores de la narrativa norteamericana del siglo XX, al nivel de William Faulkner, Ernest Hemingway o Henry Miller.
En sus obras, el azar, el sino, el destino, siempre está a prueba. Es verdad que el azar siempre mueve nuestras vidas, pero él lo explicita, hace de ello el conductor de sus tramas. Persigue en lo cotidiano bifurcaciones surgidas de acontecimientos aparentemente anodinos (como en La Música del Azar o Leviatán). El estilo se muestra sencillo, con diálogos frescos, naturales, pero esconde una compleja arquitectura narrativa, andamiaje de digresiones, de múltiples historias dentro de la historia. El lector se ve atrapado en el laberinto de personajes para apropiarse de otras existencias ajenas o disfrutar perversamente de su condición lamentable o fatídica, ofrece varios finales posibles, saltando entre historias menores o anécdotas sin explicar el porqué.
Introduce una historia dentro de otra, como en las Ruinas Circulares de Borges (1) o cuando un escritor escribe sobre otro escritor, que escribe una novela, al estilo de Cervantes. Se suele decir que sus novelas son de personajes corrientes sometidos a circunstancias excepcionales, pero como se lee en algún sitio, estos personajes no son tan simples, sino que, como los de Cervantes, suelen apostarlo todo en aras de sus ideales. Realmente toma personajes corrientes, del montón, para convertirlos en seres complejos y excepcionales.
Alguien ha definido a Paul Auster como existencialista determinista. Parece un oxímoron, una contradicción, pero con Paul Auster las dos ideas se complementan. Parece como si todo estuviera determinado y el azar nos vaya llevando a ese destino inexorable, pero, realmente, ese destino está sujeto a las decisiones que se toman, es decir, que la existencia la definimos nosotros con nuestros actos y decisiones. Aunque, claro, también se podría alegar, como dice la Biblia, que tenemos libertad para decidir pero Dios ciega a quien quiere perder.
De acuerdo a Wikipedia, el azar, la naturaleza de la voluntad y una particular forma de entender el suspense ya se dan cita en esta colección de relatos, apuntando así algunas de las claves de la futura producción literaria de Auster. Además, explora algunos recursos que más tarde utilizaría en su obra Leviatán: la reflexión sobre el propio proceso creador, la mezcla entre ensayo y ficción y ese juego de espejos con la realidad, tan caro al autor y a sus lectores.
Comentarios de la Trilogía de Nueva York
En la reseña del libro de Anagrama se da un resumen de las tres novelas: «Todo empezó por un número equivocado, el teléfono sonó tres veces en la mitad de la noche y la voz al otro lado preguntó por alguien que no era él.» Así comienza La Ciudad de Cristal, primera de las tres novelas que conforman La Trilogía de Nueva York. A Daniel Quinn, escritor de literatura policíaca, su interlocutor telefónico lo toma por un detective y le encarga un caso. Quinn, lejos de deshacer el malentendido, se mete en el papel que le han adjudicado y se ve envuelto en una historia repleta de enigmas, complicadas relaciones paternofiliales, locura y delirio. En Fantasmas, segunda de las piezas, un detective privado y el hombre al que tiene que vigilar juegan al escondite en un claustrofóbico universo urbano. Por último, en La Habitación Cerrada el protagonista se ve confrontado a los recuerdos de un amigo de la infancia cuando la mujer de éste le escribe una carta explicándole que su marido ha desaparecido misteriosamente.
De acuerdo a la reseña de Anagrama, La Trilogía de Nueva York, sin duda una de las obras literarias más memorables de los años ochenta, es uno de los cimientos sobre los que se sustenta el prestigio internacional de Paul Auster. El escritor maneja, manipula y reinventa el género policíaco, del que hace una lectura postmoderna con tintes metafísicos.
La trama detectivesca sirve como marco para plantear al lector un fascinante juego de espejos, símbolos, guiños y sorpresas; para explorar un mundo extraño, sombrío y perturbador, poblado de personajes fascinantes y ambiguos. El autor entreteje tres historias independientes que forjan mitos contemporáneos.
«La Trilogía de Nueva York marca un nuevo punto de partida para la novela norteamericana» (The Observer).
«Un libro pasmosamente brillante, que atrapa, escrito con una incisiva inteligencia que combina destellos de Tom Wolfe y Raymond Chandler, y deja una huella imborrable en el lector» (Sunday Telegraph).
«Fascinantes thrillers metafísicos... Tan elegantes, trepidantes y desconcertantes como las mejores novelas del género detectivesco que se hayan escrito» (Literary Review).
Diversas formas de atacar la lectura del libro
Inicialmente intenté encontrar quién había escrito las tres novelas, pensando que pudiera ser la misma persona, porque en La Habitación Cerrada el autor dice en el capítulo 8 que “toda la historia se resume en lo que sucedió al final y sin tener ese final dentro de él, no se podría haber escrito este libro; lo mismo pasa con las otras dos novelas. Estas tres historias son finalmente la misma historia, pero cada una representa una etapa diferente de la conciencia de dónde está el quid”.
Dice que no importan las palabras, sino la lucha y él “lleva años luchando por dejar algo”. Esta búsqueda no me dio ningún resultado concluyente, posiblemente porque esa aseveración puede ser análoga a la escena de Molloy de Samuel Beckett cuando se levanta de la cama a pesar de estar lisiado y lo explica porque estaban llamando insistentemente a la puerta y tenía que abrir (teatro del absurdo).
Sin embargo, es cierto que las tres novelas tienen un argumento parecido: Una llamada telefónica encarga hacer un seguimiento a una persona, con una finalidad en cada obra.
En las tres novelas la persona que hace el seguimiento se plantea dejarlo, pero al final decide seguir y eso hace que acabe desquiciada. Por otra parte, en dos de ellas al final desaparece el, aparentemente, personaje principal y también desaparecen algunos de los personajes secundarios. Esto tiene sentido porque el autor dice que cuando se escribe una novela en que el autor sabe lo que pasa al final lo único que puede pasar es que el autor voluntariamente lo deje abierto, pero que ponga algunas claves para que el lector pueda saber qué pasó. Pero estas novelas están escritas antes de que termine la acción, por lo que el autor no sabe cómo acaba y las acciones responden al azar en su punto álgido.
El tema principal para saber cómo se ha de leer el libro es definir cuál es la finalidad de la obra y quién es el escritor: Por ejemplo, si El Quijote es un libro de entretenimiento, lo ha escrito Cervantes. Si, por el contrario, es un libro en contra de los libros de caballería, lo ha escrito Don Quijote. Da la impresión que las tres novelas son escritas por las personas que llaman o contratan a quien es llamado, y, al igual que el autor no da claves para saber qué pasa con los personajes, sí las da para saber cómo ha de ser leído, cuál la finalidad: La novela Walden, o La Vida en los Bosques, de Thoreau indica que no se persigue entretener sino escribir una historia que sirva de espejo para criticar, ridiculizar, oponerse a alguna actividad humana o a toda la humanidad en su conjunto como, por ejemplo, el absurdo de estar toda la vida trabajando más y más repetidamente sin una necesidad clara, tema analizado detalladamente en El Mito de Sísifo de Camús.
En las tres novelas se muestra claramente la conversión de una persona normal a hacer cosas extraordinarias, como una de las características de los escritos de Paul Auster.
Las descripciones de personajes son magníficas. En el capítulo 2 de la Habitación Cerrada se hace una descripción de Fanshawe que no se puede dejar de leer; es muy profunda porque está escrito en primera persona. El resto del capítulo es la descripción de la vida de los dos amigos hasta la muerte del padre de Fanshawe, en que tenían unos 16 años. Sólo por leer esta descripción merece la pena leer la novela.
Claves de La Ciudad de Cristal
En la biblioteca de Columbia Quinn buscó el libro “El Jardín y La Torre. Primeras Visiones del Nuevo Mundo” de Stillman padre, dividido en el Mito del Paraíso y El Mito de Babel. La primera parte con escritos de Colón, Peter Mártir, Montaigne, Tomás Moro y la profecía de Gerónimo de Mendieta. La segunda basado en El Paraíso Perdido de Milton.
En 1690 se publica La Nueva Babel como un relato visionario del nuevo continente. Henry Dark cree que al paraíso terrenal no se puede llegar sino que su inmanencia estaba dentro del hombre mismo. El hombre lograría crear ese lugar únicamente construyéndolo con sus manos. América está más al oeste de Babilonia, que está al oeste del Edén, que sería la llanura de Sennaen donde moraron. Babel se construyó 340 años después del Diluvio. El deber del hombre de poblar la Tierra y poseerla, que se rompió con Babel, se cumpliría cuando se poblase América. 340 años después de la llegada del Mayflower a América se cumpliría la profecía, o sea en 1960 y toda la humanidad volvería a hablar la misma lengua, basada al igual que cuando Adán le daba nombre a las cosas en que coincidía el significante con el significado. Curiosamente hay un cierto paralelismo entre algunos de estos planteamientos y el Libro de Mormon.
Posiblemente, esas lecturas incitaron a Stillman a mantener al hijo aislado y sin hablar: Quizás para que aprendiera sólo el lenguaje natural (quizás el hebreo antiguo, en opinión de Stillman)
Quinn estudia los esquemas de los movimientos de Stillman. por Manhattan y encontró que podrían reproducir las formas de las letras OWEROFBAB, que podría sugerir Torre de Babel, siendo “el” el antiguo nombre del dios hebreo.
En el primer encuentro con Paul Auster, que no es detective, éste le habla de que Cervantes se esforzó en mostrar a los lectores de que no había escrito Don Quijote, sino que lo había hecho el Cide Hamete Benengeli. Pero en realidad la teoría de Auster es que el libro lo escribió el cura y el barbero, con los dictados de Sancho (analfabeto) que fue testigo de todas las aventuras, para poner un espejo delante de Don Quijote para que cuando lo leyera viera lo absurdo de su conducta. Después, Sansón Carrasco lo pasa al árabe y Cervantes encuentra una copia y lo traduce otra vez al castellano. Ahora bien, quien realmente “orquesta todo” es el propio Don Quijote, que no está loco sino que pretende “poner a prueba la credulidad de sus semejantes”; y hasta es probable que fuera el mismo Cervantes quien contratara a Don Quijote (disfrazado de Cide Hamete Benengeli) en el mercado de Toledo para hacer la traducción al castellano.
Esta hipótesis puede ser una clave para descubrir quien escribe y cuál es la razón de la novela. Una explicación podría ser que Auster es el responsable de todo y pretende, como en El Mito de Sísifo demostrar que el trabajo sin un fin necesario sólo lleva a la destrucción.
Quinn se queda a vivir en casa de Virginia, que casualmente está abierta y tira la ropa por la ventana. Todos los días le llevan comida. Después todo es extraño: un amigo de Auster vuelve de África y va con Auster a la casa de Virginia, donde sólo encuentran el cuaderno. Auster se le entrega al amigo que es quien escribe el libro y que le dice a Auster que se portó mal desde el principio. De aquí se vuelve a colegir que todo pudo ser obra de Auster. Por otra parte, el seguimiento de los últimos movimientos de Quinn por Nueva York puede dar alguna clave más, como en el caso de la Torre de Babel.
Claves de Fantasmas
Un personaje llamado Blanco contrata a Azul para que siga a Negro hasta que Blanco quiera. Parece que Blanco es Negro y contrata a Azul para que le haga los informes con los que luego escribe el libro. Durante un cierto tiempo, Negro no hace nada de especial; al hacer los informes semanales, Azul piensa que las palabras y acciones por sí solas no sirven para describir la realidad si faltan los detalles (complementos circunstanciales de tiempo, lugar, modo…). En definitiva, Azul no sabe lo que está buscando y no sabe lo que es relevante y no sabe buscarlo. Durante ese tiempo, Negro está leyendo un libro titulado “Walden” de Henry David Thoreau, sobre la incongruencia de estar toda la vida trabajando para nada; parece que Fantasmas lo corrobora. Blanco hace trabajar a Azul innecesariamente; si Azul hubiera leído “Walden”, hubiera entendido el encargo de Blanco. Comienza a leer el libro de Walden y no lo entiende; no se da cuenta de que si lo leyera más despacio y con interés encontraría la solución del problema entre Blanco y Negro. Al leerlo demasiado deprisa pierde los detalles y las palabras solas no son suficiente para definir la situación.
Al encontrarse con su novia del brazo de otro hombre se da cuenta de que su vida se ha roto. Parece que pasa lo mismo que en La Ciudad de Cristal, La Habitación Cerrada o La Música del Azar, en que nuestras decisiones, de ser obsesivas con algo, nos llevan a la rotura.
Claves de La Habitación Cerrada
El aparente autor de la novela hace una descripción de su amigo Fanshawe digna de quitarse el sombrero; es muy profunda porque está escrito en primera persona. En el cumpleaños de Fanshawe, éste da su regalo a Dennis Walden, que no llevaba regalo, en un gesto de justicia más que de caridad, por lo que Walden no se siente humillado.
Después de recibir una carta de Fanshawe, toma una serie de decisiones (edición de sus manuscritos, matrimonio con la mujer del amigo, etc.), decisiones forzadas por la trama ideada por el amigo. Al final llega al acuerdo de escribir una biografía de su amigo. Hace disquisiciones sobre cómo debe escribir la biografía y decide mentir igual que había hecho en un trabajo de un censo de ciudadanos. Después de no encontrar ningún dato relevante de las personas que habían tenido alguna relación con Fanshawe, el libro ya no tenía importancia; se había convertido en un método de encontrar a Fanshawe. Parecía como si Fanshawe le hubiera escrito la carta para que lo encontrase y matarlo o que él matara a Fanshawe.
Al igual que en las otras dos novelas de la trilogía, rompe con todo. En este caso, se quedó un mes en París y quedó destruido, intentando destruir a Fanshawe.
En el capítulo 8 el escritor expresa una clave consistente en que toda la historia se resume en lo que sucede al final, y sin tener ese final dentro de él, no se podría haber escrito el libro. Esta es la causa de que no importe qué es lo que pasa con los personajes al final, sino que esos personajes no son más que figurantes para conseguir los datos y que el escritor final pueda escribir el libro después de haber desaparecido esos personajes. Lo mismo pasa con las otras dos novelas. Estas tres historias son finalmente la misma historia, pero cada una representa una etapa diferente de la conciencia de dónde está el quid. En Boston, Fanshawe se hace llamar Henry Dark y hace dos años que no sale de la casa. Le da un cuaderno rojo al escritor donde ha puesto toda la explicación que le debe; ha tardado 6 meses. Le dice que se ha envenenado.
Merece la pena leer este Extracto del comentario de Pau Sanmartín Ortí. El reto de Sísifo o cómo está hecha La Trilogía de Nueva York de Paul Auster. 4 Febrero 2007.
La desaparición es el objetivo final de todos los personajes de la Trilogía: Quinn y Peter Stillman desaparecen, Negro trata de que Azul lo aniquile, Fanshawe vive oculto y no desea que lo encuentren. Éstos comienzan su andadura como escritores-detectives, a la búsqueda de alguien o algo. Pero desde el momento en que empiezan a investigar-escribir sienten que la verdad se les escapa, que sólo acceden a lo que ya tenían en el punto de partida, que se apropian de su objetivo y que, por lo tanto, éste ya no puede aparecer en tanto que objeto ajeno a sí mismos. Se esfuerzan por abrir un hueco pero, cuando se acercan a lo que creen ser una ventana, se dan de bruces contra un espejo. Una sensación análoga experimenta el lector de la Trilogía, tratando de encontrar el sentido de la obra y el responsable de la narración. El destino abrupto de los personajes y narradores, diseñado como una sucesión de cambios inesperados, dificulta esta tarea. Su punto de partida, su núcleo primero de identidad es desplazado continuamente hasta que, casi al final de La Habitación Cerrada, el narrador se revela y pone al descubierto el propio procedimiento compositivo de la Trilogía:
De alguna manera, el narrador interfiere en el devenir de los hechos imprimiéndole una organización, una concatenación causa-efecto, que puede desviarse del sentido que dichos hechos adquieran posteriormente. Las interferencias del narrador, sus ficciones, son proyecciones imaginarias que especulan sobre el destino de sus personajes. Pero al tiempo que interfiere en los hechos que observa, los hechos interfieren a su vez en él, pues le obligan a desplazar su identidad y dejarle un hueco mental a la ficción imaginada. La especulación del narrador-detective es, por tanto, al mismo tiempo, suplantación y reflejo.
El narrador inventa los personajes y la trama de sus novelas. Para ello parte de sí mismo pero, al mismo tiempo, renuncia a sí mismo para que la ficción pueda ser. Como se nos decía en Fantasmas, el escritor se refleja a sí mismo mientras escribe y a la vez es suplantado por su propia escritura. Esta especie de reversibilidad existente entre el autor y su creación se muestra de manera especialmente aguda en La Habitación Cerrada. Al ser ésta la única novela de la trilogía escrita en primera persona, su narrador está, pues, claramente ya fundido con uno de los personajes de la trama.