Mi enemigo mortal (Willa Cather)
Comentario complemento de la sesión del Club de lectura del 29 de noviembre de 2024.
Por Miguel Ángel Muñoz
Willa Cather nació en 1873 en el estado sureño de Virginia y falleció en Nueva York en 1947. Sus ancestros emigraron desde Irlanda del Norte a finales del siglo XVIII para asentarse en el condado de Winchester. La política abusiva que el Norte impone sobre los estados sureños derrotados en la contienda bélica provoca migraciones masivas hacia esos territorios que representan un nuevo comenzar, un sueño de regeneración para todos. Será en 1883 cuando su familia decida trasladarse hacia el oeste, a Nebraska, una inmensa planicie donde se van situando gente de diferentes lugares, sobre todo colonos checos, escandinavos y del este de Europa. Este paisaje de silencio, de enormes espacios, y su gente, dejarán una impronta imborrable en nuestra autora y le darán material para construir algunas de sus más memorables novelas.
Willa Cather tuvo una formación clásica y muy pronto en la universidad se manifestará su interés por la literatura publicando ensayos y relatos en páginas de revistas de la institución, y lo hará también en periódicos mediante críticas teatrales que le suponen una reputación en el mundo del periodismo y que la llevarán con el tiempo a Nueva York donde su carrera artística ya más relacionada con la creación literaria tomará un impulso definitivo.
Existe desde hace tiempo, y continúa en la actualidad, el deseo de descifrar la identidad sexual de la autora cosa que me parece fuera de lugar en tanto que este asunto pertenece al ámbito íntimo y privado de cada persona y no aporta absolutamente nada al valor artístico de la obra. Además de que ella intentó por todos los medio, destruyendo la mayor parte de su correspondencia, no aclarar nada sobre este aspecto de su vida, por tanto no insisto sobre este tema.
Con veintiséis años Cather conocerá a Isabelle McClung con la que mantendrá una estrecha amistad hasta la muerte de esta en 1938. Con ella viajará a su Europa soñada, especialmente a Inglaterra y Francia, país este repleto de autores que ella tanto admiraba como Daudet, Flaubert, Verlaine..., donde pudo comprobar la gran distancia que separaba al Viejo Mundo del Nuevo.
De vuelta a Estados Unidos le proponen escribir en una de las revistas más prestigiosas, McClure’s, donde se publica a Kipling, Conrad, Hardy, Henry James y otros, y sería durante este período cuando saldrían a la luz las consideradas sus dos primeras obras maestras, Pioneros que ella la sentía como su opera prima y la emblemática Mi Antonia, ambientadas ambas en la Nebraska de sus primeros años de paisajes amplios y vacíos y que ella siempre guardó con mimo en su memoria. Será a partir de los cuarenta años de edad cuando se entregue casi por completo a la creación literaria y se aparte prácticamente de la actividad periodística.
En 1920 conoce a Alfred Knopf, uno de los editores más importantes del país, con quien publicará en adelante y que supondrá a partir de entonces un salto cualitativo en su carrera como escritora. Willa Cather conseguiría el premio Pulitzer en 1923 con su novela Uno de los nuestros y ese mismo año publicará también dos de sus mejores obras, apreciadas como cumbres de su narrativa, Una dama extraviada y La casa del profesor, novela ésta vanguardista para su tiempo porque rompe con la unidad argumental de la obra. En ambas relatará la decadencia social de los nobles ideales y la grosera invasión del materialismo en la sociedad, para ofrecernos una reflexión profunda sobre el sentido de la vida.
En 1926 Willa Cather publica Mi enemigo mortal, su novela más breve y considerada por algunos críticos como una de las menos logradas, sin embargo otros, la mayoría, la consideran una obra de arte casi perfecta y de la que hablaremos más adelante.
Vendría a continuación otra obra maestra absoluta, La muerte llama al arzobispo y que Willa Cather la consideraba como su mejor novela. Este libro representó un viraje significativo en su escritura y también un éxito editorial cuando se publicó, todo ello acompañado de la muerte de su padre y de su íntima amiga Isabelle McClung que la llevó a un período de pesimismo y desencanto.
Poco después escribirá Sombras en la roca donde trata temas muy del momento referidos a la alienación social y el sentimiento que este hecho provoca de pérdida y abandono, le seguirán Lucy Gayheart en 1935 y Safira y la joven esclava en 1940, obras importantes pero que no superan a lo que hasta entonces había escrito. Entremedio, en 1936 publicará su ensayo Para mayores de cuarenta, título cargado de ironía donde se da cuenta a través de seis textos de su amor por la literatura y su interés fundamental por la vida y las personas que la rodean, especialmente grandes mujeres, de carácter, cultas, indiscutibles e inolvidables. Por ellos merodean Flaubert, Balzac, Katherine Mansfield, Thomas Mann y otros.
Se habla de su estilo como la quintaesencia del modernismo americano donde la experimentación, el alejamiento de los esquemas tradicionales, los silencios, la desnudez descriptiva, la insinuación y la sutileza definen una escritura dotada de una gran precisión psicológica y que busca involucrar al lector en el sentido de la obra. Su novelística se enfrenta a la pureza racial y al discurso único para ofrecer otra mirada, la del mundo interracial y políglota, y ante la Historia oficial sitúa la de las personas anónimas en la cotidianidad de sus vidas, los problemas sociales y humanos de la inmigración. En su obra cobran relevancia los elementos autobiográficos, la personalidad compleja de sus protagonistas, la relación entre vida y arte, el paisaje y su influencia en las personas que lo habitan, un estilo fluido fuera del rigor formal, a lo que podemos añadir su pericia en el retrato personal y su manera de abordar las situaciones familiares y cotidianas.
Para Cather, la novela ha estado durante mucho tiempo sobrecargada de decoración, de elementos materiales acumulados sin criterio presentados de forma minuciosa pero gratuita. Cualquier discusión de la novela debe aclarar si se refiere a ella como forma de diversión o como forma artística, ya que sus propósitos y sus recursos son muy diferentes. El arte, añadirá, deberá tender a la simplificación, afirmación esta afectada por su larga trayectoria como escritora de cuentos donde alcanzó la misma excelencia que como novelista.
Willa Cather muere con setenta y tres años después de dejar una obra que sin ninguna duda está entre las mejores de las letras norteamericanas del siglo pasado.
Nos centramos ya en la novela que nos convoca Mi enemigo mortal, que como comenté fue publicada en 1926 y narra la historia de Myra Driscoll, bisnieta de un acaudalado católico irlandés y su perdición gradual por una matrimonio fallido. El crítico José María Guelbenzu dirá de ella “… no es fácil encontrar una pieza de este porte que reúna a partes iguales concisión, precisión, sabiduría narrativa y vuelo literario”. La novela, dividida en dos partes muestra desde los primeros párrafos el dominio de la escritura de Willa Cather al dar ya a conocer el espacio y el tiempo en que se va a desarrollar la obra.
La primera parte cuenta la fascinación que a Nellie le produce el personaje de Myra Driscoll, una mujer que se fuga de un pequeño pueblo, Parthia, al sur de Illinois de dónde proceden ambas, y renuncia a la fortuna que le promete su tío para casarse con el hombre que ama. Se describirá el hechizo en el que vive instalada dentro del mundo artístico neoyorquino. Ella protagonista de su vida. En la segunda parte el papel de la narradora cambia para tomar parte activa en la historia y en la vida del matrimonio. Entonces la figura de Myra Driscoll o Myra Henshawe, si se la cita como esposa de Oswald Henshawe, cambia esencialmente y mostrará el declive de una mujer caprichosa e infantil refugiada con su marido en un pequeño hotel de la Costa Oeste del Pacífico. Myra ya enferma, debe desplazarse en una silla de ruedas. Nellie comenzará a frecuentar al matrimonio Henshawe y durante esas visitas Myra le hará más de una confesión comprometida
El personaje de Myra Driscoll es sinuoso provocando en la narradora y en el propio lector tanto la atracción de su figura a veces romántica como el rechazo por sus rasgos inquietantes: “esa risa colérica”. Willa Cather nos muestra la personalidad fuerte e indomable de Myra, un personaje lleno de claroscuros para llevarnos desde su punto álgido en la madurez hasta el declive que muestra en la vejez cuando se acentúan todos aquellos pequeños defectos o rasgos poco honorables que hasta ahora no parecían tan significativos en el día a día. Como la vida misma,
Uno de los mayores aciertos de la novela es la evolución de la conciencia de la narradora que no sólo ve y cuenta sino que aprende. Mientras Myra es la aparente protagonista de la novela, alguien en cierto sentido previsible dentro de su temperamento complejo, es Nellie, la narradora, quien se alza como personaje desconocido con una vida por hacer y protagonista quizás principal de la obra. Ella dará cuenta, como testigo, de la ascensión y caída de Myra. Y es ella quien permanece y crece en la mente del lector una vez acabada la lectura. Nellie admirará en un principio los sentimientos de la pareja, a los que ella no estaba acostumbrada, para tiempo después oír refiriéndose a Myra “aquella queja extraña que susurró una mujer moribunda en la quietud de la noche, como la confesión de un alma”, una muestra de la evolución de la narradora que Willa Cather desarrolla con maestría, elaborando un preciso análisis psicológico a la altura de sus gigantes contemporáneos.
Llegados a este punto de la novela, la autora podía haber hecho que Nellie emitiera para el lector algún juicio de valor sobre sus impresiones acerca de Myra. Pero si hubiera tomado esta decisión su novela corta hubiera sido mucho menos sutil de lo que es. Cather dejará para el lector la tarea de tratar de desentrañar los pensamientos de la escurridiza Nellie sobre Myra. Las veladuras de la novela contribuyen a que se expandan sus interpretaciones.
Nellie le da a entender al lector que Parthia es un lugar tradicional y aburrido que sólo la explosiva Myra consiguió romper con su atonía. La primera frase del libro es ésta: «Conocí a Myra Henshawe cuando tenía quince años, pero recordaba haber oído hablar de ella desde que tenía uso de razón.», y un poco más abajo, en la misma página: «En su juventud, Myra había sido la figura más brillante y atractiva dentro de su círculo de amigos, y había tenido una vida tan emocionante y variopinta como monótona era la nuestra.» Y más adelante conversando con su tía Lydia: «—Pero han sido felices, ¿no? —le preguntaba yo algunas veces.
—¿Felices? ¡Oh, sí! Como la mayoría.
Aquella respuesta resultaba descorazonadora; lo que realmente importaba de su historia era que tenían que ser mucho más felices que otras personas. Un desencanto.
A través de la mirada reducida de Nellie, una narradora externa a los hechos que los ha presenciado de forma episódica pero que acaba comprometiéndose emocional e imaginariamente con ellos, Willa Cather desarrolla esta novela usando la técnica del «narrador testigo». Con una prosa exquisita construye en Mi enemigo mortal (1926) un espléndido relato acerca de la ambición y el desencanto, fundado en un escrupuloso trabajo sobre el punto de vista y la concentración narrativa. Su prosa es capaz de transmitir sentimientos, matices, ideas y contradicciones de forma velada, mostrando unos personajes siempre complejos y muy humanos. Se trata de una parábola rica y profunda, un perfecto ejemplo del estilo de una de las narradoras más importantes de la literatura norteamericana de principios del siglo pasado.
Notas:
La novela tiene muchos momentos especialmente emocionantes o de una gran intensidad literaria, cito algunos:
-La escena del funeral del viejo Driscoll, I-II
-El paseo de Nellie por Madison Square mientras su tía Lydia y Myra van de compras, I-III
-La audición de Casta Diva de la ópera de Vincenzo Bellini, I-V
-la mentira complice que Myra descubre, I-VI
-La confesión de Myra en la segunda parte, II-IV
etc…
Este poema de Heine fue musicado por Robert Schumann e incluido en su ciclo de canciones Mirtos, op.25 n.21 y se menciona en el tercer capítulo de la segunda parte. Myra pide a Nellie que se lo lea:
Al principio de la segunda parte, en el primer capítulo, se menciona este lied.