Se edita en español ‘Lionel Asbo. El estado de Inglaterra’, la última obra del escritor británico, uno de los más destacados novelistas de su generación
El
controvertido autor recibió a EL PAÍS en su casa de Nueva York
EDUARDO LAGO Nueva York 7 FEB 2014 - 18:56 CET7
Martin Amis: “Lo mío es crear monstruos
masculinos”
El escritor británico Martin Amis, fotografiado en su piso de Nueva
York. / PASCAL PERICH
En Lionel Asbo, su novela más reciente, Martin Amis (Oxford, 1949) clava una mirada despiadada en el Londres de hoy, de manera semejante a como lo hizo cuando radiografió la ciudad en obras como Éxito (1984) y Campos de Londres (1989), dos de sus novelas más celebradas.
El subtítulo, El estado de Inglaterra, responde a la intención de
hacer extensivo su ácido análisis a la totalidad del país, cosa que,
inevitablemente levantó ampollas. Divertidísima, de una potencia narrativa y
una capacidad de invención lingüística a la altura de los mejores momentos de
su trayectoria, la novela número 13 de Martin Amis hunde sus raíces en una
tradición dickensiana que conjuga una sagaz capacidad de observación con un
humor y una ferocidad satírica en deuda directa con el mismísimo Swift.
Lionel Asbo ha despertado reacciones de signo muy encontrado por razones no
necesariamente de orden literario. No es otra la labor del novelista, pero no a
todo el mundo le gusta que se aireen con tanto desenfado las lacras de una
nación que Amis no se cansa de decir que hace mucho que entró en un declive
irreversible.
En esta novela
hay brutalidad, pero también hay delicadeza”
Asombra ver que, cuatro décadas después de despertar la admiración
de sus compatriotas con la publicación de su primera novela a los 24 años (Los
papeles de Rachel, 1974), Amis
conserva intacto su poder de fabulación. La formidable mezcla de fallos y
aciertos que es su obra incluye varias novelas magistrales (entre ellas Dinero,
1984; La información, 1995; Tren nocturno, 1998, y Perro callejero, 2003), un magnífico libro de
memorias (Experiencia, 2000), así como
numerosos ensayos políticos y literarios. Entre los primeros abundan los de
carácter polémico, como los reunidos bajo el título de Terror y aburrimiento (2008), cuyo tema son los
atentados del 11 de septiembre de 2001.
Sus ensayos literarios destacan por
su profundidad y brillantez. Martin Amis tiene la rara habilidad de suscitar, a
partes iguales, adhesiones entusiastas y críticas virulentas. Lionel Asbo no es una excepción. La novela está
dedicada a Christopher Hitchens, polemista genial y gran amigo de Martin Amis,
fallecido poco antes de que el libro viera la luz.
La entrevista tiene lugar en su
casa de Cobble Hill, en Brooklyn, donde Amis reside desde hace varios años. Un
destello difícil de interpretar se asoma a la mirada del escritor cuando se le
pide que hable de Hitchens. “Christopher fue alguien muy importante para mí”,
dice mientras descorcha una botella de vino blanco. “Nos conocimos en Oxford,
cuando teníamos 20 años, y cuando falleció yo estaba en la habitación con él y
toda su familia. Aunque escribía sobre temas políticos, tenía un inmenso
talento literario. Estos días lo vuelvo a tener muy presente, porque estoy
escribiendo una novela autobiográfica en la que él ocupa un lugar importante.
Para mí era más que un hermano. Tal vez la mejor manera de describir nuestra
relación sea decir que éramos un matrimonio gay no consumado. Su amor por la
vida era contagioso”.
Hitchens y
yo éramos casi un matrimonio gay no consumado”
La segunda sombra que ha gravitado siempre sobre la figura de
Martin Amis es la de su padre, Kingsley, uno de los escritores ingleses más
notables de su tiempo, autor de seis colecciones de poesía y 20 novelas, entre
muchas otras obras. Lo milagroso es que, en contra de lo que hubiera cabido
esperar, Martin Amis nunca tuvo necesidad de matar a su padre a fin de tener
vida propia como escritor. “Nuestras relaciones no fueron nada problemáticas,
al revés. Hitchens, que se llevaba fatal con su padre, decía que éramos el
modelo ideal de relación paterno-filial. En Experiencia glosé ampliamente su figura, que vuelve a aparecer con fuerza en
la novela autobiográfica que tengo ahora entre manos”.
Amis apenas había hablado del
proyecto, que define como “una obra que discurre en los intersticios entre la
vida y la ficción”. Lo que sí se sabía era que estaba escribiendo una segunda
novela sobre el Holocausto. “Ya la he terminado”, se apresura a afirmar.
“Saldrá el próximo otoño. No tiene nada que ver con lo que hice en La flecha del tiempo”.
En aquella novela, publicada en 1991, el tiempo transcurre al revés, del
presente al pasado, provocando el espejismo de que es posible “deshacer” el
genocidio. “En Zona de interés llevo a
cabo una exploración muy distinta de lo que ocurrió entonces. No hay
experimentos formales. Es realismo social en estado puro. Zona de interés es la expresión que utilizaban
los nazis para referirse a Auschwitz y su entorno. Cuando hablaban de interés”,
aclara, “lo hacían en sentido económico; con el paso de los años mi
incredulidad acerca de todo aquello ha ido en aumento, por eso he vuelto a
escribir sobre el Holocausto”.
Algunos críticos creen que no
puedo escribir sobre la clase trabajadora”
Una de las críticas formuladas contra Lionel Asbo es que Martin Amis parece haber
cambiado como escritor, adentrándose en un terreno que antes no había
transitado. “No es así. Lionel Asbo está
en la línea de lo que he hecho siempre. He vuelto a hacer lo que se me da
mejor: crear un monstruo masculino. Hay brutalidad, sí, pero también
delicadeza. Asbo, el protagonista, me cae bien. Lo adoro. A su manera es un
gran tipo. Hay un momento clave, cuando Asbo, que es un criminal en toda regla,
gana la lotería y se convierte en una celebridad y sale en los tabloides, algo
que en Inglaterra ocurre con relativa frecuencia, por la sencilla razón de que
quienes más juegan a la lotería son los criminales. En la novela eso da lugar a
una serie de escenas hilarantes”, explica el autor. “Cuando estaba a punto de
terminar me di cuenta de que había escrito un cuento de hadas moderno, un
cuento de hadas cuyos protagonistas pertenecían a la clase trabajadora, y eso
sí que ha molestado a algunos críticos, que opinaban que yo no tenía ningún
derecho a escribir sobre gente así, lo cual es asombroso, porque es algo que he
hecho siempre. Que surjan críticas así ahora revela que ciertos temas
despiertan hoy una ansiedad que antes no se daba”.
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