Reseña publicada en:
susana
gaviña / madrid
Día 12/04/2014
El director de orquesta italiano dirige, mañana (13 de abril) en la
Catedral de Toledo y el lunes catorce en el Teatro Real, el «Réquiem» de Verdi
Cuando Riccardo Muti entra en la sala de orquesta del Teatro
Real se hace el silencio. Es uno de los últimos ensayos antes de la
interpretación, mañana sábado en la Catedral de Toledo y el lunes en el coliseo
madrileño, del «Réquiem» de Verdi. Conciertos que se enmarcan dentro de las
celebraciones del IV Centenario del Greco y en recuerdo del recientemente
fallecido Gerard Mortier. «La última vez que vi a Mortier -recuerda Muti- fue
el pasado mes de diciembre en Roma. Me dijo que no podía morirse sin escuchar
una obra de Verdi dirigida por mí». La fatalidad ha hecho que no se haya
cumplido ese deseo. A pesar de disentir en algunos aspectos -en 1971 Muti dejó
plantado al director belga en el Festival de Salzburgo por desavenencias con la
escena-, el maestro italiano, considerado el mejor intérprete de Verdi del
mundo, confiesa su «admiración y aprecio» por Mortier.
«Piu legato», señala a la orquesta, tras sonar los primeros
compases del «Réquiem»; «diminuendo», indica al coro, pues es enemigo de los
sonidos troppo forte. Un vicio que esta partitura ha ido arrastrando a lo largo
de su historia y de los que Muti la quiere redimir, devolviéndole su «dignidad»
original. «Verdi lo dejó todo escrito», enfatiza. Algo a lo que muchos han
hecho oídos sordos en busca de un sonido más espectacular, alejado del
recogimiento que en ocasiones precisa esta obra, dedicada al poeta italiano
Alessandro Manzoni.
El «Réquiem» de Verdi es una partitura que el director
italiano conoce muy bien. «No llevo la cuenta pero la he interpretado en todo
el mundo -Israel, Sarajevo...- junto a músicos de esos países que en algunas
casos tenían que pedir prestado el instrumento». Estos encuentros demuestran
«la importancia de la música hoy en un mundo lleno de conflictos, de horrores,
de guerras. La música es uno de los elementos que pueden llevar la comprensión
a pueblos con distinta lengua, religión, color... Los hombres y las mujeres se
reencuentran con un sentimiento que no presenta diferencias, es solo música».
«Si perdemos los
vínculos con nuestro pasado se generará un problema en las próximas
generaciones»
Algo a considerar ante los problemas a los que se enfrenta
actualmente la cultura europea «debido a los recortes que han realizado casi
todos los gobiernos, también en Austria. Europa es un continente cultural. Si
perdemos los vínculos con nuestro pasado se generará un problema trágico para
las próximas generaciones. Nunca conocerán su historia si rompemos las raíces
con el pasado. Se acabó», sentencia. El maestro desconoce la solución a este
dilema «porque no soy un gobernante, pero es algo que afecta a toda Europa. La
solución pasaría por esperar, de los gobiernos unidos, que Europa promueva su
propia cultura y no se convierta en un museo que vendrán a visitar los
japoneses, los chinos... De ser así nosotros habremos renunciado a nuestra
identidad».
Muti dirigió el «Réquiem» de Verdi por primera vez en 1971
en la basílica de San Lorenzo, en Florencia, en un entorno muy especial. «La
cúpula de la basílica es de Brunelleschi; el púlpito, de Donatello; la tumba de
Lorenzo de Medici, de Miguel Ángel, y la música que sonaba era de Verdi. Lo
importante no era si la acústica era o no perfecta sino que representaba el
triunfo del arte y de la cultura italiana y europea».
La amenaza de la
televisión
Una cultura que el director de orquesta no cesa de
reivindicar y de alertar sobre su decadencia, víctima de la banalidad «que nace
ante la falta de cultura, de educación en las escuelas. Los chicos no leen lo
suficiente», denuncia. Otro de los problemas que señala es la televisión, «no
es cultural, es banal, de talk-show, de cosas superficiales. Nos hemos
convertido en una sociedad visual en la que la gente no se comunica, no habla.
Ya no se intercambian las grandes poesías de amor del trecento, del
quattrocento. Los mensajes de amor de hoy, enviados por móvil, se resumen en
“ta” (ti amo). Y cuando el amor es grande escriben “tat” (ti amo tanto)».
En cuanto a la gran presencia de las tecnologías, señala
«que tienen sus propias reglas y exigencias. Y los chicos no hablan con nadie.
Esto provocará un cambio total en la sociedad. La cultura debe ser hoy un arma
contra la banalidad de los medios de comunicación. En algunos países, las
páginas de cultura de periódicos importantes se llaman de entretenimiento. No
se puede hablar de El Greco, de Dante o de García Lorca en esas páginas. La
cultura ha sido abandonada en favor del entretenimiento».
«La música debería ser
obligatoria en la cultura. Es un pilar de nuestra historia»
Muti asegura que tampoco tiene «la receta» para resolver
este problema, pero un paso importante sería introducir la cultura en la
educación a edades muy tempranas. «Incluso antes de la escuela primaria. Si
esto se hace así, se generará en los niños una necesidad y se les dará además
un pan espiritual». Un planteamiento que parece lejos de producirse, pues
«existe un gran desinterés por parte de los gobiernos, no solo de Italia o de
España, en general. Basta con ver las dificultades que atraviesan las óperas,
las orquestas, los teatros... A los jóvenes no les interesa esto, sus intereses
son otros». Y defiende de manera vehemente la presencia de la música como
asignatura obligatoria en las escuelas. «Absolutamente. En Europa la música es
uno de los pilares fundamentales de su historia. Podemos referirnos a Italia y
a España, a la gran influencia que tuvieron los Borbones. Tenemos que preservar
el pasado para tener un futuro», insiste.
Un nuevo lenguaje
Si bien el director de orquesta defiende la cultura europea
como un todo, también reivindica la identidad propia de cada uno de los países
que la componen. «No me opongo a una integración general, una integración
cultural, pero sin abandonar nuestra historia. La grandeza de Europa radica en
que todas sus naciones tienen su historia, su lengua, su literatura, su
música...».
Y adelanta uno de los retos del futuro, «sobre todo entre
los nuevos compositores. Consistirá en encontrar un lenguaje que será la expresión
de la confluencia de nuestra cultura con las nuevas culturas que llegan. Porque
ahora -matiza- estamos un poco estancados. Los compositores escriben sonidos,
timbres, orquestaciones interesantes pero no existe un nuevo lenguaje, la
sustancia». Una sustancia «a la que contribuirá lo que venga desde Suramérica,
de Asia, de Oriente Medio... En el futuro el mundo estará mucho más integrado.
El momento actual es muy difícil porque es de transición. Hay muchos
experimentos pero pocos resultados», lamenta.
En esta nueva cita con Verdi, Muti se ha puesto al frente de
la Orquesta Titular del Real y la Giovanile Luigi Cherubini, que estarán
arropados por el Coro del Real y el de la Comunidad de Madrid. En las voces
solistas contará con Tatjana Serjan, Ekaterina Gubanova, Francesco Meli e Ilda
Abdrazakov.
«No vuelvo a la Scala
de Milán»
Muti, que fue director de la Scala de Milán durante casi dos
décadas, no quiere hacer comentarios sobre el nuevo relevo en la institución,
el tándem formado por Alexander Pereira y Riccardo Chailly. «No hablo de la
Scala. Puedo hablar de la Ópera de Roma (de la que es director), de la
Sinfónica de Chicago (de la que es titular)...». Aunque reconoce que tanto
Lissner como ahora Pereira le han invitado a volver a dirigir, no lo hará.
«Pasé 19 años bellísimos allí, no reniego de ellos, pero la historia ha
terminado de una manera que es imposible de contar. A la manera italiana:
demasiados problemas políticos, sindicales, artísticos... Todo. Con 19 años
basta. Estoy con la Sinfónica de Chicago, que es una de las orquestas más
grandes del mundo, donde estoy muy feliz. Con ella acabo de ganar un premio en
Londres por “Otello”. No vuelvo a la Scala», concluye.
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