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lunes, 6 de enero de 2014

Noticias de cine fórum. Muerte en Venecia

El 29 de noviembre vimos y comentamos "Muerte en Venecia" de Luchino Visconti, presentada por Andrés Hueso.

Seguidamente publicamos su nota de comentarios sobre este film.



Entrelineasmalacitana.

Sesión de cine fórum del 13 de diciembre de 2013


Muerte en Venecia (Luchino Visconti)

Notas de Andrés Hueso Iranzo

 La película (1971) conforma con La caída de los dioses (1969) y Ludwig (Luis II de Baviera) (1972) la conocida como “trilogía alemana”. Se considera que Visconti intentó un análisis del ascenso del nazismo, a través de los efectos en su burguesía y aristocracia, proporcionando una visión de la política y la cultura europeas.

Como puede verse en la filmografía incluida al final de estas notas Visconti sólo filmó tres películas después de Muerte en Venecia: Ludwig (1972), Confidencias (1974) y El inocente (1976).

Una de las críticas más extendidas que se le han hecho a esta película es la repetición por parte de Visconti de técnicas y lenguajes ya muy utilizados por él anteriormente y un abuso de la prolongación de escenas repletas de contenido visual; en definitiva, escasa innovación y exceso de esteticismo. Los que así piensan esgrimen sus razones, que no comparto y, conmigo, otros muchos. Hay un dato objetivo, esta película se ha estado proyectando en Munich (patria de Aschenbach) durante más de 35 años en una sala en sesiones matinales dominicales.


La inevitable comparación con la novela.

·         Aschenbach de escritor a compositor.

Thomas Mann declaró que en la descripción de su protagonista, había pensado o se había inspirado en el compositor Gustav Mahler, amigo suyo, pero que por respeto o prudencia lo había hecho escritor. De este modo, Visconti regresa a la idea originaria de Mann.

El desteñido del tinte del cabello que presenta Aschenbach en su agonía y muerte, es también una anécdota real de la vida de Mahler, quien al terminar de dirigir un concierto y volverse a saludar al público, presentaba ese desteñido de tal modo que “parecía que tuviese la cabeza partida”.

 ·         De la pura reflexión, sin diálogos, a la pura contemplación.

La novela de Mann carece de diálogos. Es una narración-monólogo interior de gran tensión filosófica. Su traslación al cine, sería imposible o insoportablemente tediosa. Visconti lo resuelve por la vía de la estética: lo que en la novela se mueve en el terreno del pensamiento, en la película se hace más físico, visible y carnal, reforzado por una exquisita selección de decorados y exteriores donde cada plano, filmado con deleitosa lentitud, obliga al espectador a paladear la pléyade de detalles que, con precisión de miniaturista, Visconti consigue reunir.

Las reflexiones de Aschenbach en la contemplación de Tadzio, son referidas mediante el juego de planos cruzados y conjuntos, en los que las miradas expresan el crecimiento de la pasión del protagonista; miradas enriquecidas por la infinita gama de matices que Bogarde nos regala en una interpretación difícilmente superable.

 ·         Elementos suprimidos, añadidos y mantenidos.

Está suprimido el contenido de los capítulos I y II. De este modo, la película se inicia con la entrada del vaporetto en la laguna de Venecia, sin que sepamos nada del protagonista ni de las motivaciones del viaje.

Esto nos lo irá mostrando sucesivamente mediante sucesivos ‘flashbacks’, ocho en total. Que nos hablarán de la crisis de creación y estética en la que está sumido el Aschenbach compositor y de su vida privada: instantes felices con su esposa y su hija y de la muerte de ésta. En la novela el escritor es un solitario viudo, con una única hija viva. Mahler estuvo casado y una de sus hijas (María) murió de difteria a los cinco años. Este es, pues, otro detalle real tomado de la vida de Mahler.

Los soliloquios interiores sobre la belleza del Aschenbach escritor, son sustituidos por ‘flashbacks’ de discusiones de estética con su amigo Alfred (que quizá represente a Arnold Schonberg, compositor rival pero amigo de Mahler).

Se mantienen con fidelidad los paseos del ‘solitario’. Su acercamiento a la playa y el visible gusto con el que come las fresas. La escena del ascensor cuando Tadzio vuelve por unos instantes su mirada. El juego de miradas y contemplaciones y la expresión de la pasión senil que asalta a Aschenbach. Muy fiel es también la inquietante escena del transporte en la góndola, en la que la asociación del gondolero con Caronte es manifiesta.

La risa histérica que estalla en el protagonista cuando, agotado, se deja caer ante el pozo de una ruinosa plaza, maravillosa asociación de su decadencia personal y de la de la ciudad, es mérito del propio Bogarde: no estaba en el guión y fue una aportación suya espontánea e improvisada.
 
El nada discreto encanto de la decadencia.
Los mundos que se acaban son un manantial inagotable para la creación artística. Muerte en Venecia puede verse como un canto polifónico a la decadencia. Este asunto directa o lateralmente también lo trata Visconti en otras películas: El gatopardo, La caída de los dioses, Confidencias o El inocente, por citar algunas.

Decadencia de la de la propia ciudad, donde los aspectos mostrados más bellos, no son tanto arquitectónicos, sino lumínicos: brumas, atardeceres, reflejos en el agua de los canales o del Lido y que, azotada por el cólera, nos muestra también los más ruinosos.

Decadencia de la burguesía de la época que apura los últimos placeres que aún quedan de su ‘Belle Epoque’, pero que camina inexorablemente hacia la inminente guerra. Magníficamente retratada en las amplias y morosas escenas del interior del hotel y del modo de disfrute de la playa: casetas, mobiliario, servidores, indumentaria, etc., presentando cuadros que socialmente ahora podemos considerar absurdos, pero incontestablemente estéticos, al estilo de las pinturas de Sorolla, John Sirgent Sargent, Turner o los retratos de Giovanni Boldini.

Y decadencia intelectual y física. La enervante nostalgia que muestra el acabamiento del vigor físico e intelectual y del éxito, frente a la juventud en la plenitud de su belleza (imagen arrogante contrapuestaI) es magistralmente mostrada en el juego de imágenes donde vemos a Tadzio frente al mar configurando un paradigma ideal e irreal, frente al muy real Aschenbach, crecientemente limitado en todas sus capacidades. La interpretación de Bogarde en la escena de su muerte es absolutamente sobrecogedora.

La música como estructura
El ‘Adaggietto’ (4º movimiento) de la quinta sinfonía de Mahler, es el auténtico conductor de la película. Dadas las similitudes con este compositor ya enunciadas, no podría ser que Visconti eligiese otra música. La profunda melancolía e intensa emotividad del tema musical constituye el esqueleto en el que Visconti arma y organiza sus escenas y que, bien las acompaña dejándonos contemplar suavemente la belleza de las imágenes, bien refuerza las emociones que nos transmiten sacudiendo todas nuestras capacidades sensitivas. Otro gran momento emotivo es el que muestra el tránsito de Aschenbach hacia la playa, detrás de Tadzio, mientras suena un fragmento cantado de la sinfonía nº 3 del propio Mahler (4º movimiento, con letra tomada del “Así habló Zaratustra” de F. Niestche).

Otras temas musicales son: el ‘Vals de las horas’ de ‘La viuda alegre’ de Franz Lehar, que toca la orquesta en el salón del Hotel durante la escena previa a la aparición de la familia de Tadzio; una canción popular napolitana ‘La risata’, interpretada por los músicos callejeros y una canción de cuna de Mussorgsky, que preludia la muerte de Aschenbach, cantada por Masha Predit. Ésta también fue una improvisación aportada por Visconti durante el rodaje, motivada por un encuentro con la cantante.

En otras películas Visconti ha utilizado música clásica: de Bruckner y Verdi en Senso (1954) y de Gaetano Donizetti (L’Elixir d’Amore) en Bellisima (1951).

Juego de espejos
La película se inicia con la escena del vaporetto entrando en la laguna, bajo la tenue luz del amanecer. Lo observamos con un ligero viñeteado en el fotograma que le proporciona un aura oscura a la que contribuye el negrísimo humo que el barco despide y proporciona una sensación de belleza negra y siniestra, en contraste con la tamizada luz de la aurora. Y termina con Tadzio introduciéndose en el mar, en una escena visiblemente sobreexpuesta, que proporciona un ambiente incorpóreo y fantasmal por su extrema luminosidad y en la que Tadzio levanta el brazo señalando un destino invisible, al que Aschenbach, en su último gesto, parece querer acudir en un intento de imposible unión con aquello que contemplan sus ojos. A un inicio lúgubre se opone un fin luminoso.

Tres personajes aparecen ridiculizados por sus maquillajes. El viejo locuaz del barco, el músico callejero y el propio Aschenbach. Mientras los dos primeros aparecen vitales y burlones, como dos demoniejos que mostrasen a Aschenbach su futuro inmediato, éste apenas disfruta su transformación unos pocos instantes.

En la escena de los músicos callejeros, Aschenbach en dos planos diferentes presenta aspectos diferentes, en uno de ellos aparece casi rejuvenecido mientras que en el otro más envejecido, ajado y abatido. Esto que podría parecer un error de montaje, pero también puede ser leído como una forma de expresar, mediante imágenes, las convulsiones que la psique del protagonista está experimentando.

Otra muestra de aquello está en la escena de la peluquería. Aschenbach entra con unas gafas (tipo ‘quevedos’, oscuras) que comen su rostro y expresión y al contemplar su nueva apariencia aparece con unas gafas de montura fina y dorada, dándole a su rostro una expresión más clara y diáfana.

La potencia interpretativa de Dirk Bogarde
Ya se han hecho algunas alusiones puntuales a esto, pero Bogarde requiere y merece algún comentario más expreso.

En una película sin acción y casi carente de diálogos, la interpretación debe recaer necesariamente en los recursos de la comunicación no verbal, y en este film Bogarde ofrece una lección magistral de dichos recursos.

Bogarde utiliza sus ojos, manos y labios, para mostrarnos con una infinita gama de matices sus sucesivos estados de ánimo, el apasionamiento de sus reflexiones o sus fugaces momentos de ilusión; por ejemplo:

Cuando en la góndola discute con el gondolero y el plano posterior.

El cambio de rostro cuando la pérdida del baúl le obliga a volver.

En los muchos planos en los que con arrobo, pasmo o perplejidad contempla a Tadzio.

Cuando habla con su amigo, recordando un reloj de arena, en una reflexión sobre el paso del tiempo.

En la desesperación mostrada en sus paseos persecutorios por Venecia.

Cuando contempla a los músicos callejeros.

En la risa histérica en una plaza, ante el pozo, ya agotado y vencido física y moralmente.

Y con todo su cuerpo en el patético desmadejamiento en la escena de su muerte.

La veracidad de la puesta en escena
Piero Tosi, diseñador del vestuario, ya lo había sido en otras películas anteriores de Visconti, donde el vestuario revestía una especial significación, como El gatopardo o La caída de los dioses. Tosi recalca la necesidad de la documentación previa y exhaustiva para acercarse con rigor y veracidad a los modelos y modas de las épocas a recrear.

El gran trabajo de Tosi, se muestra en los detalles: los brocados y bordados de los vestidos de las damas, los enormes y estrafalarios sombreros, los collares y demás joyas, por un lado, y, también por otro, en los vestidos sobrios y modestos de las hermanas de Tadzio, reproduciendo con fidelidad lo descrito por Mann.
 
Algunos interrogantes
Con todo, el placer de contemplar y rememorar una película como La muerte en Venecia, no sería tan satisfactorio si no nos continuasen quedando preguntas sin contestar; por ejemplo:

¿Por qué Visconti trata tan cruelmente a Aschenbach, lo ridiculiza, degrada y humilla en extremo?

¿Hay una crítica de Visconti escondida, pero intencionada, hacia la no asunción de la propia sexualidad?

¿Qué representa la cámara, solitaria y sin fotógrafo, que apunta hacia donde Tadzio señala con su brazo en la escena final?

¿Qué relación podemos encontrar entre el muy blanco maquillaje de Aschenbach y el de la cal con la que se intenta parar el cólera en la ciudad?.

Andrés Hueso
diciembre 2013


Ficha técnica:

Título original: Morte a Venezia

Año: 1971

Duración: 127 min.

País: Italia.

Director: Luchino Visconti.

Guion: Luchino Visconti, Nicola Badalucco (Novela: Thomas Mann).

Música: Gustav Mahler.

Fotografía: Pasqualino De Santis.

Reparto: Dirk Bogarde, Silvana Mangano, Björn Andrésen, Marisa Berenson, Mark Burns, Romolo Valli.

Productora: Alta Cinematográfica.

Género: Drama.

Sinopsis: Adaptación de la obra homónima del escritor Thomas Mann. A principios del siglo XX, un compositor alemán de delicada salud y cuya última obra acaba de fracasar, llega a Venecia a pasar el verano. En la ciudad de los canales se sentirá profundamente atraído por un hermoso y angelical adolescente, sentimiento que le irá consumiendo mientras la decadencia también alcanza a la ciudad en forma de epidemia.

Premios:

1971: Nominada al Oscar, mejor vestuario.

1971: Festival de Cannes, nominada a la Palma de Oro, mejor película.

1970: Premios David di Donatello, mejor director.

 


Filmografía de Luchino Visconti

 

* 1942 — Obsesión (Ossessione)

* 1942 — Giorni di gloria

* 1948 — La tierra tiembla (La terra trema)

* 1951 — Bellísima (Bellissima)

* 1953 — Nosotras las mujeres (Siamo Donne. Episodio: 'Anna Magnani')

* 1954 — Senso (Senso)

* 1957 — Noches blancas (Le notti bianche)

* 1960 — Rocco y sus hermanos (Rocco e i suoi fratelli)

* 1962 — Boccaccio 70 (Boccaccio '70. Episodio: 'El trabajo' ['Il lavoro'])

* 1963 — El gatopardo (Il gattopardo)

* 1965 — Sandra (Vaghe stelle dell'Orsa...)

* 1967 — Las brujas (Le streghe. Episodio: 'La bruja quemada viva' ['La strega bruciata viva'])

* 1967 — El extranjero (Lo straniero)

* 1969 — La caída de los dioses (La caduta degli dei)

* 1970 — Alla ricerca di Tadzio (documental)

* 1971 — Muerte en Venecia (Morte a Venezia)

* 1972 — Luis II de Baviera (Ludwig)

* 1974 — Confidencias (Gruppo di famiglia in un interno)

* 1976 — El inocente (L'innocente)

 

 


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