Reproducción artículo publicado en
JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ (Real Instituto de Estudios
Asturianos) / OVIEDO
06/03/2014
Su obra es una de las más originales y contundentes de la
poesía española del último cuarto de siglo
Leopoldo
María Panero, en una imagen de archivo
JOSÉ MARÍA BARROSO
Desde que publicara en 1968 su
primera plaquette y fuera incluido en 1970 por el crítico José María Castellet
en la celebrada antología «Nueve novísimos poetas españoles», la proyección
estética de Leopoldo María Panero, radical y heterodoxo autor, no ha cesado de
expandirse, elaborando, en unas condiciones personales más que comprometidas
por sus particulares demonios interiores, un edificio de notable solidez formal
y conceptual, en el que Leopoldo María Panero va levantando acta, libro tras
libro, de su autodestructiva ruina, acumulando obsesiones metaliterarias y de
todo orden que le conducen al fin último de su actividad creadora: la
enunciación del vacío y la glorificación última de la soledad y la nada desde
un territorio que el poeta entiende que se halla más allá de la vida y la
razón.
Ciudadano anómalo y bufón aniquilado
La indispensable poesía de
Leopoldo María Panero es la expresión máxima de un delirio alucinatorio llevado
a extremos impensables para ser un fingimiento o un simple ejercicio de
funambulismo lírico. Hoy por hoy, puede considerarse a Leopoldo María Panero
uno de los escasos poetas que posee un discurso arrollador, un estilo
deslumbrante y una voz autorreferencial auténtica. Sin embargo, como afirma el
profesor Túa Blesa, su obra «no ha merecido ni un solo premio en una sociedad
que se diría es la sociedad de los premios y los halagos, aunque sí que obtiene
una y otra vez el reconocimiento de la lectura».
La tormentosa biografía de
Leopoldo María Panero lo convirtió, cuando inició sus publicaciones, en
paradigma de lo que más repudiaba: la controvertida sociedad tardofranquista,
que lo encasilló como ciudadano anómalo, primero, y como bufón aniquilado por
su propia historia más tarde, ya que reunió en sí mismo una serie de
«cualidades» nada ponderables para los años pretransicionales: drogadicto,
bisexual, alcohólico, comunista trotskista, preso, suicida reincidente y,
finalmente, inquilino constante, desde su temprana juventud, de psiquiátricos,
donde ha pasado las dos terceras partes de su vida, entregado a una escritura
absorbente y autocontemplativa.
La producción poética de Leopoldo
María Panero abarca una gran cantidad de títulos: 'Teoría, Narciso en el acorde
último de las flautas', 'Last river together', 'Dióscuros', 'Contra España y
otros poemas no de amor', 'Piedra negra o del temblar', 'Guarida de un animal
que no existe', 'Águila contra el hombre', etcétera. En su bibliografía se da,
asimismo, un caso no muy frecuente si atendemos, por un lado, a la patología
clínica que sufre el escritor, y, por otro lado, a una labor tan individualista
como la poesía, y son los libros escritos en colaboración con otros poetas,
libros que no son circunstanciales ni piezas menores en el puzle general de su
producción.
Los asuntos que Leopoldo María
Panero toca, primaria o secundariamente, en sus textos resultan de una
recurrencia sobrecogedora, y todos están marcados por la percepción
hipersubjetiva que del mundo tiene su autor, por lo que puede decirse que el
suyo es el último ejemplo de un visceral romanticismo «fin du siècle», pues no
recurre, ni lo necesita, a vidas ajenas a la suya para brindarnos su mirada
pesadillesca y metafórica sobre la esencia de una existencia, o no-existencia,
que él mismo califica en sus versos de antimodélica.
La obra paneriana da la impresión
de estar empapada o condicionada por vivencias traumáticas u obsesivas, que se
formalizan en la arquitectura poemática en la elección de sus visiones
simbólicas. En sus textos, Leopoldo María Panero habla incesantemente,
tomándose a sí mismo como ejemplo, de la ruina psíquica, de la muerte como
espacio posible para revivir, de Dios y de la familia en su vertiente más
escabrosa, y en la que consigue interesantes tratamientos de la figura paterna
y materna.
A Leopoldo Panero padre le dedica
una terrible epístola o ajuste de cuentas en la que padre e hijo son
amancebados por la muerte, reuniéndolos en la misma tumba, donde se congracian,
en espacio tan tétrico y dimensión tan devastadora, sus antitéticas estéticas
La autobiográfica poesía
paneriana nos habla con descarnada verticalidad de la infinita soledad moral
del individuo a la deriva, e incluso de vías prohibidas como el satanismo, los
vicios nefandos y el asesinato, lo que le sitúa en el desfiladero del
malditismo. Todo ello conduce, en última instancia, al enaltecimiento del
pecado y la tortura que al poeta le supone, aparentemente, el acto de vivir,
que en Leopoldo María Panero únicamente parece resultar soportable sólo gracias
a que se exorciza por medio de la escritura, uno de los temas dominantes en su
obra.
Su luz, una lumbre tenebrosa
El sujeto poético que habla en
sus poemas desprecia la realidad inmediata, tangible, y con ello todo lo que
ésta lleva aparejado, lo que le empuja en sus libros de los años 70 a
desfigurar el lenguaje, introducir sintagmas y poemas enteros escritos en otras
lenguas, insertar voces del argot del lumpen y crear códigos de comprensión y
relación demasiado crípticos, propuestas asociativas ante las que el lector se
siente desarmado.
Al lado de la muerte como meta
buscada y generadora de una no-existencia apetecida, la poesía paneriana incide
en su contrario, la vida, canalizada en la vertiente amorosa de la experiencia
sentimental, aunque la luz que se arroja sobre ella no deja de ser una lumbre
tenebrosa. Lo amoroso es abordado en su poesía desde un ángulo desmitificador,
cuando no cuestionador, en el que constantemente se subraya el concepto
destructivo del amor como manifestación intensificada de los roles sociales.
Por eso se dan cita en sus composiciones las variantes desviadas y humilladoras
de la experiencia amorosa como el incesto, el sadismo, la coprofilia y la
coprofagia, la necrofilia, el canibalismo o el masoquismo, elección
degenerativa en la que prevalece la transgresión extremosa de la normalidad.
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