Entrevista: EMERGENTES Y DIVERGENTES | Leopoldo María Panero
/ Poeta
La cita es en la Residencia de Estudiantes, y están con él
dos amigos: el poeta canario Félix Caballero, con quien Panero ha escrito ya
dos libros, y Amaraba, una fan misteriosa. Los dos fuman como él (hay siete
paquetes abiertos sobre la mesa) y asisten risueños a la exhibición de Panero,
que lleva ingresado cinco años en el manicomio canario del doctor Rafael Inglod
(ahora sólo duerme dentro), tras pasar 14 en el de Mondragón. Hablando también
escribe poesía.
Respuesta. El puto infierno. El asunto del veneno empezó en Mondragón, pero lo de Inglod es peor. Me han dado toneladas de haloperidol y todavía no he muerto. Lo de Rasputín fue una noche y a puerta cerrada; lo mío va para 20 años y es a la luz del día: el diario de un hombre infinitamente envenenado. España es la que está loca, no yo.
P. ¿Por qué le dan haloperidol?
R. Porque me pasé tres años sin cerrar la ventana.P. ¿Y qué le hace?
R. Atonta. Pero más inteligente que yo, imposible. Soy tan inteligente como Nieztsche.
P. ¿Cómo se vive dentro?
R. Todo ingreso es un secuestro clínico, toda internación es
ilegal. Allí se tortura: no dejan fumar, te hacen hacer la cama siete veces,
azuzan a los locos contra mí y no les atan... Atan a los viejecitos por nada y
a esos cabrones no los atan.
P. ¿Le dan electroshocks?
R. López Ibor te daba electroshocks y luego te ponía una
imagen de santa Teresa en la mesilla. No he visto un nazi parecido en los días
de mi vida. Ahora, la lobotomía y el electroshock están prohibidos, y las
correas también, salvo en caso de sangre o pelea...
P. ¿Mienten los locos?
R. El loco yerra pero no miente, tiene la perniciosa manía
de decir la verdad, como el borracho.
P. ¿Acaso existe la locura?
R. No. Los locos son gente muy puteada y se esconden para
que no les hagan más daño. El mito de la enfermedad mental, de Thomas S. Szasz:
si el loco es un hipócrita, no está loco, es un hipócrita y punto. Yo aprendí
telepatía en París, entendí que pensar venía de hablar, y hablaba y leía en voz
alta. Me quedé telépata. "El cante sin guitarra, / el cante a palo seco, /
el cante sin meis nada". Es un poema de João Cabral de Melo Neto.
P. Ah. ¿Le gusta el flamenco?
R. No creo en la clase obrera española. Son payasos
alfredolandescos. Tras 40 años sin ideología obrera, sólo queda la picaresca y
un proletariado chistoso.
P. ¿Psiquiatría o poesía?
R. He pensado dejar la poesía como Rimbaud para dedicarme a
la psiquiatría, pero a la real, no a esa falsa que Wittgenstein llamó La
máscara y el lenguaje.
P. ¿La literatura cura?
R. Alguna sí. Los literatos españoles se dividen en dos: el
burgués ambicioso y los mamarrachos abominables.
P. ¿Cree en la democracia?
R. Soy anarcoindividualista, pero creo. Me sorprende que
alguien dijera que la democracia es un anacronismo. No creo que Tejero sea muy
moderno. Pero los diputados están como cabras.
P. ¿Qué le parece la ley de matrimonio homosexual?
R. Yo soy bisexual y sadomasoquista. Sádico con las mujeres
y masoca con los hombres, aunque también sádico con algunos tíos, depende de lo
guapos que sean.
P. ¿Cómo se hizo poeta?
R. A los cinco años. Mis padres estaban aterrados. El poema
decía: "Mi corazón temblaba y no era un sueño / fueron muriendo todos los
soldados de la guardia del rey / y mi corazón seguía temblando".
P. ¿Freud o Lacan?
R. Freud se creía el anticristo, pero era ambiguo. Decía:
"¡¿Sabía usted que soy el diablo y Dios construye catedrales en torno a
mí?!". Lacan sabía que los locos sabían que él era el anticristo. Según
Jung, Cristo y el anticristo son el sí mismo. El yo no existe en la especie
humana. Es lo que Lacan llamaba "el sombrero de Napoléon". El yo es
en lo que se pierde el loco. Y el anticristo son los bancos.
P. ¿Por qué no abre un dispensario antipsiquiátrico?
R. Pensé hacerme millonario con la antipsiquiatría y lo
sería si me pagaran los derechos.
P. ¿Su poesía es automática?
R. No me prohíbo nada salvo cagar en la silla. Pero mi
poesía es técnica. Hablando del cuerpo, Spinoza dijo: "Nadie sabe lo que
puede el cuerpo". Y Neruda: "Te escucho orinar al fondo de la
habitación". Voy a echar una meada.
P. [Se va, vuelve] ¿Cuál es su poeta favorito?
R. Neruda no me gusta. Mallarmé, sí. Escribe científicamente
[recita un poema en francés].
P. ¿Preferiría ser francés?
R. Querría irme a París. Allí no están tan locos como aquí.
Aquí no se puede pensar. No es raro que el Quijote sea el ídolo. A san Juan de
la Cruz casi lo queman porque se lavaba todos los días. Este país está
obsesionado con el sexo desde hace siglos y por eso odian a Dios, porque lo ven
castrador.
P. No le gusta el Quijote.
R. Es una novela río asquerosa. Me gusta El licenciado
Vidriera.
P. ¿Quién le dicta sus poemas?
R. Como no sea mi conciencia... El hombre no habla, es
hablado, dijo Lacan.
P. ¿Escribe en trance?
R. No creo en la bestia de la inspiración, yo cultivo el
espanto como una ciencia.
P. ¿El nuevo Papa?
R. Un filonazi. Mi doble.
P. ¿Zapatero?
R. El príncipe de las tinieblas. "Oh, Satán, tú tienes
dos cosas: el oro y el regazo de la mujer" (Goethe).
P. ¿Negociar con ETA?
R. Por supuesto. Hace siglos dije que sólo ETA hace
oposición.
"Hola. ¿Es usted Mora o Mantilla? ¡Da igual! ¿Me puede
traer cinco paquetes de Nobel?". Leopoldo María Panero (Madrid, 1948) fuma
como un loco pero apaga los pitillos antes de la mitad. Sufre esquizofrenia, o
eso dicen los psiquiatras. Los únicos síntomas aparentes son sus murmullos
inaudibles, su enganche a la coca light y su paranoia (comprensible) con la
CIA. Por lo demás, su lucidez destellante, su inteligencia sarcástica, su
cultura-baúl (suelta citas y recita en varias lenguas y sectores: Lacan, Marx o
¡Ana Torroja!: "Y los jamones son de York") y su curiosidad insaciable
(poesía, literatura, psiquiatría, antipsiquiatría, física...) le convierten,
más bien, en estos tiempos lelos, en un cuerdo tan indispensable como
inalcanzable.
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